
O de unas huevas de capricho.

O de unas huevas de capricho.

O de un vino muy elegante.

O de un aceite que luce como una cabaretera parisina.

O de unos vinagres que nos pirran.

O de un vino que invita a seguir pimplando.

O de un vinazo que no dejará indiferente a nadie.

O de unas uvas que marcan la diferencia.

O de un caldo alicantino de muy padre y señor nuestro.
