“Prêt-à-Porter” japonés
Estoy rodeado de críos y nada me gusta más que adiestrarlos para que disfruten como lebreles, pues en ese duro camino del puré de Minipimer a la chicha en condiciones, ven abrirse el cielo cuando mordisquean todo lo que se menea y les acercas a la boca, como ligres del circo de Teresa Rabal. Es un flipe sentarse junto a una silla o una trona en mitad de una jamada familiar y arrimar el tenedor a una criatura que echó hace poco los piños y levanta el morro como un corcón en cuanto aproximas un cacho de patata, un trozo de borraja guisada con ajos, jamón cocido cortado fino, pechuga de pato, pollo, pichón, pollo asado o cualquier otra golosina que no sea el puré de marras.
Otro planazo es aterrizar a una quedada de fin de semana en la que revoloteen niños, cargadísimo con todo el operativo para hacer una paella, quemador, bombona y patas articuladas e ingredientes en bolsas de carnicería para arrancarse con el sofrito y que se te apelotonen para menear el pollo, trocear verduras a cuchillo, añadir pimentón de la Vera, azafrán o caldo hirviente. Es asunto capital que la chavalada viva siempre los asuntos del papeo con jolgorio, disfrute y alegría. Y punto y aparte que te vean descargar del maletero de tu Mini una pata de cochino ibérico Carrasco con su jamonero y su cuchillo y les montes el tenderete en mitad de la cocina, bien cerca del fogón o de una chimeneta para que la pieza sude. Descortezas, sacas lonchas chorreantes de grasilla y los niños se agolpan alrededor de la pezuña con ilusión desbordante, no hay mejor forma de erradicar desde la infancia el animalismo y el veganismo que colocándolos frente a un jamón para que crezcan sin complejos, felices y contentos, ¡evitemos la gilipollez alimentaria!, ¡juntos podemos!
Del gran Kenji hablamos en innumerables ocasiones en estas páginas del zampe porque le tengo mucha estima y se merece mis respetos por llevar tantos años a miles de kilómetros de su casa en el lejano Japón, guisando y ofreciendo sus especialidades a todos los que nos sentamos en sus barras al reclamo de sopas, piezas de arroz y toda esa artillería de pescado dispuesta sobre el plato en emocionante sashimi o emparedada y sepultada en rollos finos y gruesos de arroz, rebozados en sésamo, con abrigo de algas o “tempurizados”, que es la fritura en gabardina de toda la vida. En tu propia casa, para el nativo, ya es movidón sacarse las castañas del fuego, así que imagínense los obstáculos que habrá vencido el chaval para ganarse el jornal rodeado de vascos, sin tener pajolera idea del idioma, ¡vincit qui patitur!
Y menudo fiestorro disfrutamos la tita Eli y nuestros sobrinos putativos Telma y Nico, que se vuelven majaras cada vez que se sientan ante una bandeja de nigiris de arroz y salmón y los ves masticar a dos carrillos, atropellados, con una ilusión sin fin porque no hay nada en el mundo que les guste más que las bolicas de arroz glutinoso con pescado o esos turutos rellenos con “chispitas” o hueva tobiko de pez volador, que untan sin desmayo en pozales de soja que beben a morro, pues si te descuidas trincan la botella y se la pimplan a gollete, como si fuera Kas naranja, ¡madre mía! Para ellos, el mejor plan del mundo es ir al Kenji, pues prefieren verlo antes que ir a los autos de choque, al fútbol, a comer hamburguesas o a los italianos a por un cucurucho de tres bolas. Nada les pone más palote que lo japonés, ni pizza, ni macarrones con tomate, ni un bol de guacamole “bapamore” con nachos fritos.
La nueva localización del Kenji es una chulería, ubicado en el remodelado Mercado de San Martín después de ponerse patas arriba inaugurando sus instalaciones con inmejorable aspecto, pues muchas paradas tradicionales son puestos de día y barras de papeo y alterne a media tarde. Los mostradores de quesos, frutas, charcutería o verduras se repliegan cuando conviene, convirtiéndose como “transformers” en mesas con sus bancos. Da gusto disfrutar viendo a tu alrededor mostradores y peña cargada de bolsas mientras te metes entre pecho y espalda esos variados de sashimi con una birra helada Asahi. Es un espectáculo presenciar la tembladera de nervios de Telma y Nico antes de que aterricen los tronchos de philamon rellenos de salmón, aguacate y crema de queso, que engullen como si fueran patos de la Plaza de Gipuzkoa, ¡almas de cántaro!, ¡menudo saque! Ofrecen futomakis o rollos de algas clásicos, con langostino agridulce o negitoro con atún desmigado, uramakis o rollos gruesos con arroz invertido, atún picante especiado, fusión de txangurro en tempura o uno bien graso con vieira gratinada, queso, mantequilla y langostino que es el favorita de la “Adelaida”, la madre de las criaturas. No obvien los tradicionales japoneses fríos, ensalada de alga wakame con pepino, carpaccios o tártaros de pescado y las frituras, pues se salen del mapa las gyozas, las croquetas “japonetas”, el pollo o las alitas, las bandejas mixtas de verduras o los calamares, mucho mejores que en cualquier bar de lo viejo. Disfruten, que nos quedan dos telediarios.
Kenji Sushi Bar San Martín
Mercado de San Martín – Urbieta 9 – Donostia
T. 943 537 527
kenjisushibar.com
COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO ****/*****