Casa Miño

Guisoteo en pleno Parque Natural de Somiedo

Me deja a cuadros esa peña deportista que lo mismo madruga para llegar a pie cuesta arriba hasta Estepona o se echa una mochila minúscula a la espalda, enfundada en sus mallas ridículas, para subir en bicicleta hasta lo alto de un puerto de montaña en el que no hay bar ni chiringuito. Todo lo llevan a cuestas, la barra energética, el batido proteico y esos relojes de pared en la muñeca que miden las pulsaciones y pitan cuando estás a punto de palmarla, ¡qué desfachatez! Yo viajo justo con unas playeras hechas trizas que deslizo en el maletero por si las moscas y por si hay que darse algún voltio para sudar cuatro gotas y merecerse una bolsa de patatas, un bocata de embutido o tres anises después de cenar. Afortunadamente España está poblada de rutas llanas y paseos proyectados por los ayuntamientos especialmente pensados para gruesos, cojos, paralíticos e infartados, ¡poca broma!, ¡el deporte mata!, ¡no corran!

Si aterrizan en Pola de Somiedo sabrán que en la casa palacio del ilustre economista Álvaro Flórez Estrada campea un escudo precioso con su corona, su castillo, cinco flores de lis y dos hermosas tetas, grandes y tiesas como dos carretas. No seré yo quién les desvele aquí y por escrito, en estas singulares crónicas “protesta”, el significado de tamaña gamberrada, pero el lugar bien merece una escapada y que alguno de la familia les cuente los desvelos y las aventuras de un linaje que se pierde en la noche de los tiempos. Podrán dormir en alguna de sus habitaciones oyendo el rumor del río, el mugido de las vacas y ese inquietante sonido de la naturaleza salvaje, que te corta de sopetón la respiración cuando escuchas a los lejos el bramido de un abominable e imponente ejemplar de bestia parda perdida por el parque natural de Somiedo. Aprieten los dientes y no se meen en la cama.

Dense un voltio en auto por las carreteras comarcales, pues todas llevan a pequeñas aldeas y ofrecen parajes indescriptibles. Les dije una y mil veces que no es necesario pirarse al Bután para sentir la llamada de la naturaleza, pues nuestra España es, si saben buscar, el mismísimo Cáucaso, la Selva Negra, el Serengueti y el lejanísimo Nepal con sus riveras pedregosas de gélidas aguas. Para comprobarlo, no tienen más que subir al alto de la Farrapona, camino de los grandes lagos y comprobarán, ¡aleluya!, que “Spain is different”, porque allá están Claudia y Aarón a bordo de su “fragoneta” tuneada, vendiendo café, refrescos, cerveza de cañero y hamburguesas de categoría. Hay un desnivel de ochocientos metros para poder asomarse al agua y si le echan coraje, llegarán hasta el segundo lago y verán en un descampado al gran Herminio “padre” con su rebaño de vacas, más contento que un niño en su primer día de vacaciones del colegio.

Este hombre, precisamente, es el fundador de la pequeña gran casa que hoy les reseño, pues siendo taxista fue pionero en 1972 inaugurando una casa de comidas con ocho habitaciones, cada una con su baño. “Estás pirado”, le decían, y mira tú. Hace años que por el valle en temporada alta no cabe un alfiler, porque aquello se pone hasta la bandera de estresados urbanitas que buscan comida rústica y respirar aire puro. En el negocio siguen hoy Herminio “hijo” y Herminio “nieto”, orgullosos de saberse herederos de una de las más magníficas estirpes hosteleras del lugar. La matriarca también curró como una jabata bordando los guisos asturianos más legendarios y dice su nieto que si le ponen delante doscientos cachopos y otros tantos filetes al quesu, distingue los suyos sin miramientos. Habla de sus abuelos con un cariño reverencial, ¡qué tío más grande! Casa Miño –diminutivo familiar de Herminio, nada que ver con el río que discurre por Lugo, Orense y Pontevedra– cierra en invierno y abre cuando hay faena, trabajan a piñón y dan vidilla a la plaza sirviendo tragos de sidra, birras, vinos, raciones o embutidos de sobrada personalidad, pues el chorizo y la morcilla asturiana raspan como la voz rasgada de Terele Pávez. Siéntense en su terraza y observen a la peña variopinta salir y entrar de la oficina de turismo, folleto en mano. Alucinarán con los guiris montañeros, “ruloteros” y la enorme cantidad de excursionistas que sueñan con tropezarse con los osos que andan por ahí. Si te los cruzas sabrán chino como un mono de Gibraltar, te pedirán un cigarro y te robarán la cartera con todas tus tarjetas de crédito. Por tonto, iluso, naturalista y proteccionista.

La barra es el punto de reunión del vecindario que se detiene allí a echar tragos y llega a lomos de sus Land Rover “Defender”, vespinos o Quads 4×4, pues en el interior y en las mesas más cómodas se sientan los forasteros a fumar puros o a rendir cuentas de esa cocina doméstica y sabrosa que tiene en el centro de su oferta todo lo que te apetece comer en Asturias. Esas fantasías que nos gustan zampar a los que estamos todo el día a dieta: cebollas rellenas de bonito, callos caseros, pote de berzas o asturiano con su compango de chorizo, morcilla y tocino, fabada, huevos fritos con picadillo, cabrito guisado, escalopines al Cabrales, filete o chuleta de ternera, cachopo relleno de queso de Tineo y jamón serrano, pitu de caleya o pollo “crosfitero” guisado y manos de cerdo estofadas. De postre, arroz con leche, flan y tocinillo de cielo. En la calle tienen una pileta de agua helada con botellas de sidra que suben a lomos de escanciadores diabólicos que la lanzan por un pitorro a la misma velocidad que dispara una “Kärcher”, ¡malditos ingenieros! Disfruten, que nos quedan dos telediarios.

Casa Miño
Calle La Plaza – Pola de Somiedo – Asturias
T. 985 763 661
hotelcasamino.com

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Campestre
¿CON QUIÉN? Con amigos / En familia
PRECIO ****/*****

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