La Rústica Caravan Bar

Una hamburguesería en un corral castellano

 

Visiten aunque sea una vez en la vida la sierra de Atapuerca, como hacen los moritos que montan en avión o peregrinan a pata a la gran mezquita de la Meca, dando vueltas alrededor de la Kaaba. La provincia de Burgos despliega una diversidad increíble, recorrida de norte a sur o de este a oeste, pues además de catedral, capilla del Condestable, Tizona y morcillas de arroz, esconde uno de los yacimientos arqueológicos más fabulosos del mundo mundial, a dos pasos de casa. No es necesario que vuelen al Yemen ni a Sudáfrica ni a Etiopía ni a todos esos páramos en los que los más avezados paleoantropólogos sitúan los restos del primigenio hombre mono pensante con capacidad solidaria y comunicativa, porque en la comarca de Juarros encontrarán concentraciones fósiles animales y humanas que dibujan el reguero de algunos millones de años.

Si sienten verdadera curiosidad, allá los esperan una pandilla de arqueólogos con rabiosas ganas de dignificar su profesión, que les darán todo lujo de detalles de lo que allí buscan, ayudados de punteros y reproducciones de los tesoros encontrados en los últimos cuarenta años: huesos de cérvidos, rinocerontes, osos, leones, dientes de sable, industria lítica, bifaces y restos de homínidos, mandíbulas, fragmentos parietales, falanges, vértebras y esa joya de la corona que es el gran “Miguelón”, recompuesto trozo a trozo, como una tableta de turrón de Alicante. Hace unos días terminaron las excavaciones y marcharon para casa con su botín y la esperanza puesta en 2024 con ese “Antecessor” asomando el morro, pues los sabios aventuran que el año que viene daremos saltos de alegría cuando aparezca. Ya es hora de que en España celebremos lo importante en vez de goles o los resultados de las elecciones. Que le follen al fútbol y a la política, ¡vivan la cultura y la inteligencia!

Hoy les traigo un curioso local gestionado por Raquel y Rubén, una pareja que se echó los trastos a la cabeza montando una hamburguesería ubicada en un precioso pajar de la localidad burgalesa de Agés. Todos los pueblos de los alrededores están llenos de pequeñas cantinas en las que pueden pimplarse un quinto de cerveza con unas patatas de bolsa o unos huevos fritos con panceta. Ibeas, Mozoncillo, Salgüero, Espinosa y las estribaciones de la Sierra de la Demanda están llenas de peregrinos y de localitos en los que les freirán un filete o les apañarán una sopa. Si quieren sentir el pulso de la zona, madruguen, plántense en una taberna bien de mañana y arrímense a ese grupo de jubilados, agricultores y vende moquetas que cotillean y mastican los sucedidos y chascarrillos de la semana. Alucinarán en cinemascope y si andan un poco vivos, conseguirán achisparse y terminarán jugando al mus o al tute, ¡envido! Ya saben, “si quieren aprender, cómprense un viejo”.

Y para muestra un botón, porque el padre de Rubén, uno de los patrones de “La Rústica”, les sugirió que pillaran una caravana vieja abandonada y se pusieran a vender refrescos a los peregrinos que pasaban por el pueblo. Tenía un terreno escombrera, así que con arte, mucho empeño y aprovechando sus habilidades de albañil, se pusieron manos a la obra, levantando con material de derribo, ingenio y la dichosa caravana un precioso local que es imán para locales y forasteros. La idea de los chavales era ponerse a hacer hamburguesas y algunas raciones, porque les gusta el papeo y todo lo bueno y soñaban un sitio donde cupiera todo pichichi, desde un peregrino joven coreano que le apestan los pies a Cabrales hasta una señorona del pueblo con su bata de boatiné. Buscaron al mejor carnicero, apañaron los mejores bollos tiernos con un panadero vecino y arrancaron con la ilusión de ir variando la oferta. El éxito fue tan clamoroso que no tocaron una coma del invento, cada día venía más peña y ellos más contentos que el lustre de una trenza de Almudévar. Abrieron un verano y al mes compraron los solares vecinos, antiguos corrales de ovejas. El patio primigenio en el que arrancaron es abierto al cielo y aquello es Burgos, así que cerraron un noviembre, se pusieron el buzo azul de Pepe Gotera y Otilio y volvieron a las andadas con el padre de Raquel, restaurando y alumbrando el maravilloso local que hoy poseen, en diferentes alturas, confortable, espacioso y en el que te quedarías a vivir si pudieras y te dejaran instalar una cama, un sofá y tu biblioteca.

Llegado el verano, se quitaron el traje de faena, se dieron una ducha e inauguraron de nuevo el chamizo, que sigue siendo una hamburguesería bien particular alojada en un pueblo de apenas treinta habitantes. Un verdadero lujo. Ajustan las recetas cada año, mejorando los aderezos y las combinaciones de ingredientes, calmando el ansia viva de un público de todas las edades que se acerca hasta allá para quitarse el mono de mostaza, kétchup, panceta ibérica, carne torrada y patatas bravas empapadas con una salsa cuya receta es secreto familiar. Son tan buena gente que por allí asoman los latones de oro rojo de Vega Cáceres de Cuacos de Yuste, que manufactura el mejor pimentón del mundo con el que elaboran cada temporada muchos carretillos de salsa reventona, con la que todo dios se pone ciego. Tienen grifo de cerveza, algún vinillo muy bueno de la zona y dos postres. Si no sopla la corriente y hace buena temperatura, podrán tomar café y fumar en la terraza, mientras alucinan con la fauna que se da cita a diario y pasa por la misma carretera. Disfruten, que nos quedan dos telediarios.

La Rústica Caravan Bar
Calle Del Medio 5 – Agés – Burgos
T. 675 161 846

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Hamburgueseros campestres
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO ***/*****

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