Planxa . Pa amb Oli . Peix Fregit
Mallorca es un paraíso en la tierra y ha sido refugio para todo pichichi, desde tiempo inmemorial. Imagino que si buscan en la Wikipedia o consultan el Larousse o alguna enciclopedia llena de polvo, alucinarán con la cantidad de peña que habrá amarrado en sus peñascos. Para mear y no echar gota. Como éstas crónicas del papeo deben de centrarles las cuestiones relativas al zampe, evitaré hablar de fenicios o de Robert Graves y les diré que los nativos, hoy, tienen poca consideración hacia su propia cocina, que es algo que siempre me deja perplejo, porque no es cierto. Allí se come pelotudamente, si uno separa el grano de la paja. A los gallegos les pasa algo similar, cargan con cajas destempladas contra su manera de guisar los alimentos y asistes boquiabierto al espectáculo de desagravio mientras ves desfilar golosinas y productos de proporciones hercúleas. La peña está fatal del bolo. Spain is different.
Al aeropuerto de Palma llegan aviones a mansalva, así que la isla está preparada para alimentar a todo pichichi según las expectativas que manejen. Hay hoteles para todos los gustos y gentío que se amarra la pulsera y no quiere oír hablar más que de sol, chiringo, playa, sangría y lata de birra. Hasta desayunan sus “beans” de conserva con morcilla y huevos plancheados, “vuelta y vuelta”. Otros patean sus paisajes y se descuelgan de riscos, bucean, escalan, chapotean en parque acuáticos, visitan jardines históricos, alquilan catamaranes o practican senderismo. Hay alojamientos rurales, pisos urbanos con vistas a puertos deportivos deslumbrantes y hoteles exclusivos en los que se les caerían los pelos de las cejas, ya saben: piscinas desbordantes con mayordomo, desayuno con “chef” friendo huevos, abriendo latas de caviar, rebanando sobrasadas y un acceso al final del jardín que conduce a una cala privada en la que luce una playa para ti solo.
Busquen el punto medio y agénciense un coche de alquiler para derrapar por allí como Thelma y Louise. No caigan en los cantos de sirenas del comercial de turno que les intentará colar un auto eléctrico, porque en la isla hay postes de recarga a tutiplén pero no funcionan. Andarán angustiados de un lado para otro y echarán de menos las gasolineras, pasarán ante ellas y llorarán pensando en el ruido de un motor de combustión de los de siempre. Mientras las “parientas” y el sector afiliado a la tumbona y el embadurne de crema solar se achicharran como lagartijas, pongan tierra de por medio y echen kilómetros porque la isla ofrece sorpresas: pueblos de ensueño, baretos en floridas plazas reventonas de buganvillas y las típicas tabernas al borde del agua en las que potean nativos, cuatro viejas desdentadas, dos jipis perroflautas, un guiri descalzo, una familia y dos albañiles que bajaron del andamio para echar un pis y beberse una cerveza helada.
Si aterrizan por Porto Cristo, al norte, alucinarán con los pedazo de yates amarrados y con ese mastodonte negro que parece la base logística con la que conquistará los océanos el mismísimo Fantômas. No teman, es el catamarán de Rafa Nadal, ganado a pulso dejándose el pellejo y su salud en pistas duras, de hierba o tierra batida, ¡menuda bestia! Aléjense del bullicio y caminen por las callejuelas escondidas, esos tramos de patios de vecinos y soportales en los que se desperdigan tascas de toda la vida como Ses Golondrines, gestionado por Mateo, un tipo rústico y auténtico que estará encantado de verles, si no llevan prisa y tocan poco la minga. No avasallen y olvídense de la mejor mesa, porque será para una peña que lleva toda la vida allá comiendo. Confórmense con lo que haya, háganse fuertes en la barra o en la angosta repisa exterior. El lugar exhibe dos letreros pelotudos, “no siempre tenemos todos los pescados” y “elija pescado y solicite precio sin compromiso”. Margarita es la cocinera residente y una verdadera máquina manejando la plancha. Aún hoy hacen bocadillos y hamburguesas, que es de lo que siempre vivieron, pero llevan ya una eternidad asando y friendo pescado de categoría en horario continuo de ocho de la mañana a media tarde. Luego chapan y a cascarla. Solo si se lo merecen los llevarán hasta la cámara frigorífica y podrán elegir el ejemplar que llevarse al buche: cabracho, corva, san pedro, lenguado, cazón, pagel, pargo, salmonete o calamar, dependiendo de la temporada y del estado de la mar. Pesan las piezas, te dicen lo que pagarás y santas pascuas. Ofrecen pan con aceitunas y alioli y frituras de boquerones con patatas fritas, variados de pescado o el bicharraco que te apetezca, troceado. Para que se hagan una idea, danza por allí desde hace un año una camarera argentina que era clienta y decía que no quería morirse sin laburar allí. El patrón no quiere currar con su familia, porque si luego no valen, “¿cómo los echas?”. Genio y figura. Su éxito es que el tío está allá dando la cara y si al cliente no le gusta, “pasas mucha vergüenza”, así que lo tiene clarinete. No se les caen los anillos si pides un bocata de atún o de beicon-queso o de panceta o de sobrasada o de tortilla francesa o de pescado frito y lo riegas con un botellín de cerveza. Hay vinos guapos. Si van, denle recuerdos de mi parte. Y disfruten, que nos quedan dos telediarios.
Ses Golondrines
Bordils 12 – Porto Cristo – Mallorca
T. 971 821 616
COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Tasca marinera
¿CON QUIÉN? Con amigos / En familia
PRECIO ****/*****