Zelai Txiki

Un paraíso en la falda del monte Ulía

Lo primero que llama la atención al entrar en Zelai Txiki es darse de bruces con un fogón de dimensiones mesopotámicas, un artefacto que habrá costado un montón de duros, sudor y muchos dolores de cabeza. Cuando pisabas un caserío de postín, con lo primero que tropezabas era con los pesebres, los aperos de labranza y la económica o bilbaína, aquel pulmón de cualquier hogar en el que ponían la legumbre a remojo y la leche a hervir para el café, bien de mañana. En este restorán hacen lo propio, entre otras cosas porque es una de las casas más antiguas y con más solera de toda la falda de Ulía. Pero centrémonos en ese piano del que les hablé al comienzo. Sí, piano, que es como los más puristas llamamos a un fogón profesional cuando es pieza que merece admirarse. Mide muchos metros y está construido a la medida de Juan Carlos, que es su gobernador. El buen hombre lleva toda la vida peleando como una bestia y peregrinando de un lado a otro con su familia, como una especie de Moisés en busca de un lugar en el que asentarse definitivamente con su tribu. Eso es Zelai Txiki, un sueño familiar cumplido.

 

E imagino a su chica Eva alucinando en colorines cuando llegó aquel día en el que su chico tuvo que definir el fogón con sus dimensiones para encajarlo en una cocina bien planificada, rodeada de timbres de frío, superficies de inoxidable para trabajar cómodamente, hornos, vaporeras, cuarto frío, fregadera y el resto de dependencias necesarias para atender cómodamente a los clientes y darles de comer divinamente. El chef pensaría que ya metidos en el lío, haremos pan, y necesitaré un buen horno de solera en el que pueda asar gorrines o lechazos castellanos, ¡alegría! Soñar tu cocina es soñar tu casa, porque los profesionales nos metemos en la trinchera y no salimos del negocio hasta que nos empaquetan en una caja de pino y nos llevan a Polloe, que es la ruta más cómoda para ir a Villaquieta. Y Zelai Txiki, es eso no más, el hogar de dos chiflados por su trabajo que convirtieron aquellas cuatro paredes en un proyecto vital en el que se come muy bien y se está de maravilla. Es preciosísimo y cuenta con todas las comodidades necesarias para agradar al comensal: parking, vistas de ensueño, terraza virguera y una bodega vista que te hace salivar como a un mastín. Uno de los próximos deseos, si la diosa fortuna sopla a favor, será convertirlo en un pequeño hotel de ensueño, ¡vivan los empresarios, cagonriau!

El lema de la casa es que el gran protagonista sea el cliente, que goce con la materia prima de calidad y que en el fogón sean capaces de tocarla mínimamente, aunque a Juan Carlos se le ve el plumero de haber trabajado en grandísimas casas. De su dilatada carrera podríamos destacar dos florones de hojaldre gordos como los que hornean en la pastelería Otaegui, pues aprendió con el añorado Santi Santamaría y con Pedro Subijana, ahí es nada. Por eso, además de asar sobre brasas o en el horno, el chavalín se da algún gustazo dibujando platillos con modernidad, ya saben, trazos por aquí y por allá, cocciones ajustadas, crujientes revoloteando, arenillas varias y algunos caldos concentrados resueltos con bastante cintura. La verdad que a Juan Carlos y a Eva te los comerías con patatas de lo majos que son y eso da mucha alegría porque no abunda la naturalidad. Muchos restoranes parecen el templo de la faraona Hatchepsut y su marido Tutmosis segundo, ¡qué pereza!, ¡cuanta tontería!, ¡viva la hostelería relajada! Aquí verás banqueros encorbatados, abogados, anestesistas y dentistas, al lado de cocinerillos del gremio, fontaneros y albañiles que vienen con sus clientes a celebrar un fin de obra. Gamberras, trabajadores normales, jubiletas y señoras empiponadas completan la ensalada de este paisaje singular. Jóvenes y mayores, cada uno acude con su condición colgada de la pechera, pues aquí todos somos iguales. Y la peña le atiza a las gambas de Huelva a la plancha y a los muchos mariscos, moluscos y crustáceos que pacen en las cetáreas cercanas, deseando asarse, planchearse o bucear en arroz caldoso, por poner un ejemplo. La casa está al quite de los paisanos que acercan golosinas hasta la puerta y posee una red bien cuidada de personajes que cargan lo mejor en los maleteros de sus “fragonetas”. Por eso mismo, te llevas gratas sorpresas cuando trincas un soberbio chipirón asado fuera de temporada, que se dio un garbeo por la bahía gracias a este invierno primaveral, guarnecido con una crema de cebolletas y pan “sopako”. Rebozan cigalas peladas, guisan arroz con almejas en salsa verde, asan rapes mastodónticos a la parrilla y ofrecen clásicos como la merluza en salsa verde con almejas finas, los tacos de merluza rebozada con pimientos verdes y patatas o el bacalao a la parrilla con crema de sopas de ajo. Asan corderitos churros castellanos, cochinillos segovianos, ¡viva Cantimpalos!, chuletas de vaca, solomillo con puré de patata y piquillos y pichón asado en su propio jugo, sonrosado. Los postres están muy currados. Disfruten, que nos quedan dos telediarios.

Zelai Txiki
Travesía Rodil 79 – San Sebastián
T. 943 274 622
restaurantezelaitxiki.com

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO *****/*****

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