Palacio de Samaniego

Local de categoría a los pies de la Sierra de Cantabria

La crónica de hoy es una “matrioska” rusa que esconde en su interior una preciosidad llamada Palacio de Samaniego. La muñeca más grande es el escritor Jacobo Bergareche, autor de un novelón titulado “Los días perfectos”, editado por Libros del Asteroide, que contiene material de alto voltaje y podría definirse como un gran bocadillo de panceta chorreante con un vaso ancho de Champagne hasta el culo de hielos. El bueno de Jacobo, que piensa y gira a la vez como una peonza y no tiene filtro frontal, confesó en alguna ocasión que si le tocaba un premio millonario de la lotería se pagaría de su bolsillo y produciría él mismo una serie de catorce capítulos o miniaturas históricas inspiradas en “Momentos estelares de la humanidad” de Stefan Zweig, nuestra segunda muñeca contenida en la anterior.

Ahora pillen la obra del escritor austríaco, viajen hasta Samaniego, plántense ante la fachada del local que nos entretiene y quédense a dormir, háganse el favor. Cenen en su restorán o pinchen algo en su terraza de ensueño y descansen plácidamente en cualquiera de sus nueve habitaciones. Si no son capaces de conciliar el sueño, agarrarán el libro y tropezarán con un capítulo dedicado a Waterloo, en el que un tipo sale por patas del mismo campo de batalla agarrando un barco apresuradamente en el mismo instante en el que Napoleón pierde, liando una caótica retirada. Es la tercera muñeca, porque el individuo es un Rothschild, antepasado de la propietaria de nuestro establecimiento de hoy, que puso pies en polvorosa el muy cabrón zarpando rumbo a la Bolsa de Londres con información privilegiada del novísimo destino de Europa. La lio bien gorda y amasó una fortuna que ha permitido que les hablemos hoy de esta cuarta y última muñeca que toma forma de hotel-palacio alavés, ¡manda huevos!

En una antigua “casa del cura” rehabilitada, que habrá visto pasar frente a su fachada carros, calesas, tanquetas, carruajes, autobuses y carretas, se levanta este precioso establecimiento de hostelería en el que disfrutarán como marajás, ubicado al mismo pie de la sierra de Cantabria y rodeado de estrechas callejuelas, casa solariegas, bodegas legendarias, huertas y viñedos. No darán crédito porque la propiedad echó el resto y gastó una fortuna en rehabilitarlo, habilitando los nuevos espacios alrededor de la vieja escalera de piedra y un lustroso fogón Charvet, pilotado por el portugués Bruno Coelho. De este tronco salen muchas ramas que toman forma de bodega primorosa con referencias que te saltan la tapa de los sesos, su comedor reservado, un coqueto salón atiborrado de obras modernas de arte, cerámica de “mírame y no me toques”, nueve formidables habitaciones y un jardín exterior con su alberca de agua, reguero entre cipreses, matas de romero, tomillo, lavanda y un par de terrazas en las que podrán beber, comer, fumar, leer o zanganear, en resumidas cuentas. Sabe latín y chino mandarín la señora Baronesa Ariane de Rothschild.

En el ambiente huele a humo y a hojarasca quemada, vuelan golondrinas y vencejos y se escucha el lejano rumor de las tareas del campo, señal inequívoca de lugar de categoría. Comiencen el festival bien repanchingados en unos butacones de forja, tomándose el aperitivo en la plaza frente a la casa consistorial, viendo pasar a Sasazu el taxista, a los paisanos del pueblo y a los peregrinos calle arriba y abajo, acelerando el paso hacia la bodega del amigo Fernando Remírez de Ganuza o el bar “Seiskopas” del colega Jon. Luego pasen a la mesa y denle boleto a una comida informal sin alardes y muy bien ejecutada, que incluye sabrosas croquetas, embutidos de categoría, salazones, quesos de la zona, algunas carnes a la brasa con sus verduras y sus salsas y una hamburguesa pelotuda con carne, queso, guarniciones y guarreo, encerrada en un panecillo tierno hecho allí que invita a pedir algún vinazo de los que atesoran. Hornean una hogaza de masa madre sobresaliente, jugosa, prieta, con la suela tostada y un gustazo ahumado por la solera de piedra. Si quieren vestirse elegantemente y disfrutar de una cena más estirada, ofrecen un par de menús, pero podrán comer a la carta y zamparse algunas golosinas como el carpaccio finolis de codorniz y huevas de trucha, el apetitoso huevo escalfado con senderillas y colmenillas guisadas con nata o el pato asado con algunas guarniciones chiripitifláuticas. Disfruten, que nos quedan dos telediarios.

Palacio de Samaniego
Constitución 12 – Samaniego
palaciodesamaniego.com
T. 945 66 00 00
@palaciodesamaniego

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Campestre lujoso
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja
PRECIO *****/*****

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