El otro día me psicoanalicé a mi mismo en un diván desvencijado, comiendo patatas fritas de bolsa con un vino tinto en la mano, y llegué a la conclusión de que mi madre tiene la culpa de mi pensamiento obtuso y libertario con los asuntos de la paella de los huevos.
Ella se la curraba en olla rápida y le salía que te cagas, sabrosa, grano suelto y socarrao a conciencia con chorizaco riojano, muslo de pollo deshuesado, tacos de jamón, cebolleta, pimientos verdes italianos, chipirones, almejas, mucho ajo, azafrán molido y tomate, ¡todo rehogado!
Se curraba un sofrito de tres pares sobre el que volcaba una taza de arroz y tres de caldo o agua caliente con pastilla desleída. Cuando hervía, cerraba la tapa, colocaba el pitorro y en cuatro minutos nos sentábamos a papear como alimañas. Si mi pobre madre estuviera cuerda y pillara los fabulosos caldos del capullo de Pepe Chamorro le daba un flato, ¡qué maravilla!
La prueba del algodón infalible es que lo hierves a pelo, tiras el arroz, lo sazonas y en quince minutos se te caen los pelos del nardo, ¡magia potagia! Rafa Margós es el responsable de estas joyas enlatadas de carne, marisco o verdura resueltas con leña y los mejores ingredientes que vienen a revolucionar el domingo de los más vagos y exigentes, ¡viva la madre que los parió!, ¡viva la paella express!
