Manuel Gómez Bernardo es el padre de esta criatura que firma de su puño y letra en la contra etiqueta de este vinazo unos versos endecasílabos que se caga la culebra de la desembocadura del Orinoco, ¡pero qué “fisnos” son nuestros bodegueros!, ¡viva Garcilaso de la Vega!
La verdad que entra de pelotas, está cocinado con Tempranillo y Graciano y embotellado en las Bodegas Zugober de Lapuebla de Labarca. El que sale por ahí detrás desenfocado es el bueno de Sabino, que calza apetito voraz, se come las barras de pan dobladas y atesora siempre una sed de órdago. Dice que este vino está que lo rilas y no puedo estar más de acuerdo.
Si necesitan más datos técnicos sobre retrogustos y matices nasales, investiguen en internet o en algún portal de sabiondillos del vino, llenos de pitilinadas, puntuaciones y sesudas consideraciones. De nada.