Pone en la botella de este vinillo delicioso que “Aroa Bodegas es un diálogo entre el hombre y la naturaleza”, y me apuesto un pie con su juanete a que esta frasecilla es un ingenio parido tras una reunión de muchas horas en la salita posmoderna llena de eslóganes pintarrajeados en las paredes de una agencia de comunicación, ¡despiporre!, ¡creatividad!, ¡innovación!, ¡locura!, ¡resiliencia!
Pero la vidorra es simple, mételo en una cubitera con hielo a saco, déjalo refrescar, descórchalo y enchúfatelo entre pecho y espalda para empujar unas rodajas de rape rebozado o un bocata de anchoílla en salazón y bonito de conserva con mucha mahonesa.
Si necesitan más datos técnicos sobre retrogustos y matices nasales, investiguen en internet o en algún portal de sabiondillos del vino, llenos de pitilinadas, puntuaciones y sesudas consideraciones. De nada.