Dicen que en Oviedo se jode de miedo, pero además de darle leña al bullarengue, los ovetenses son unos máquinas recreándose en el arte del pimple y del zampe, pues Asturias es un país de cucaña en el que crecen mazorcas y manzanas y verdea un pasto que alimenta a vacas, cerdos, ovejas y cabras que vuelven loco al más cartujo con sus carnes, embutidos, yogures, cuajadas y quesos, ¡madre de dios!
Entre todo este berenjenal y festival de la grasa anda una pandilla de golfos tarados de exquisito gusto que se hacen llamar “Picofinos”, banda de “morroputas” que manufacturan una ginebra singular de gran calidad con la que parieron dos criaturas: una crema aterciopelada para echarle hielo y jugar al mus y un vermú de categoría que rompe la pana por su sabia combinación de hierbajos, especias y botánicos.
No esperes más y trinca tu vaso, añade hielo a ras y lanza al “desprecio” una corteza fina de naranja para gozar de este vermú como la mismísima Cicciolina. Si necesitan más datos técnicos sobre retrogustos y matices nasales, investiguen en internet o en algún portal de sabiondillos del vino, llenos de pitilinadas, puntuaciones y sesudas consideraciones. De nada.
