El plátano me vuelve loco desde mi más tierna infancia y mi difunto padre se lo comía entre pan y pan y espolvoreado de azúcar, para chulo, su pirulo.
Bien maduro, pelado y jamado a pelo es una maravilla, cortado en dados es el rey de la fiesta de una macedonia y la razón del existir de todas esas papillas con las que alimentamos a los críos, pues fue siempre ingrediente principal y gloria bendita del puré de batidora enriquecido con zumo de naranja y galleta María.
Otra de mis debilidades es trocear un buen membrillo en tacos y calzármelo con queso, así que esta golosina que hoy les traigo es una deliciosa combinación del dulce cuajado de toda la vida y el mejor sabor del plátano de Canarias, cocinado al fuego con zumo de limón y pectina.
Lo pueden trocear y rebozar en azúcar para hacer en un pispás una “pasta de fruta” sugerente o bañarlo en chocolate, convertido en fantástico bombón.
A palo seco, sin más, es un buen tropezón para helados, algunas conservas de pescado y carnes asadas. También elaboran cremas de vinagre de categoría, entre las que sobresalen la de plátano, pimiento rojo, maracuyá o mango, manufacturadas con ingredientes naturales en su punto óptimo de maduración.
¡El plátano, el verdadero oro de las Canarias! Una maravilla solo, pero también como ingrediente de estas nuevas elaboraciones. Nunca deja de reinventarse y nosotros, encantados con ello.