Cuando aprieta Lorenzo y atizo una lata de anchoílla en salazón en bocadillo, me corro de gusto empujándome una botella de sidra para apagar la sequedad de boquino que provoca bocado tan fino, ¡menuda rima!, ¡parezco Miguel Hernández!
Mi camello gallego Ricardomaría me cuenta que Ribela es una aldea cercana a su casa natal de Codeseda en la que tiene su negocio Jesús Armenteros, un salmantino casado en Pontevedra que junto a su esposa mantecosa montó un lagar de sidra natural con manzana autóctona gallega cultivada en ecológico y BIO, con muy poca producción pero extraordinario rendimiento y nivelón.
Guisan también un vinagre que se te caen las bragas estampadas al suelo y destilan para los amiguetes algunas botellas de aguardiente de manzana o Calvados, envejecido en barrica de “carballo” durante tres años.
Cuando el patrón de la casa cumplió cincuenta boniatos, embotellaron cien “ampollas” de medio litro y ayer mismo me pimplé una con los restos de turrón de Alicante navideño y una tableta de chocolate guarro Valor, que si están leyendo esta reseña ya están tardando en enviarme un “transpalé” de tabletas.
Si necesitan más datos técnicos sobre retrogustos y matices nasales, investiguen en internet o en algún portal de sabiondillos del vino, llenos de pitilinadas, puntuaciones y sesudas consideraciones. De nada.