David “Tauste” es mi embajador plenipotenciario de la corte aragonesa y lleva toda una vida acarreando golosinas de su tierra para ponerme el morrete afilado, pues su patria chica es un paraíso en el que florece la vid, campea la fruta y el cereal, corretean el ternasco y el pollo de corral y en el que los hornos escupen todas esas especialidades que ponen los dientes largos a los gordos que habitamos la tierra.
Si alumbran la parrilla y tienen intención de atizarse unas morcillas, algunos chorizos y una sarta de longanizas, pongan a refrescar esta garnacha cocinada con material de pequeñas parcelas seleccionadas y bébanse un par de botellas con descaro, como si no hubiera un mañana, porque ya saben que en cuanto menos lo esperas, te cuelgan la esquela del pescuezo.
Si necesitan más datos técnicos sobre retrogustos y matices nasales, investiguen en internet o en algún portal de sabiondillos del vino, llenos de pitilinadas, puntuaciones y sesudas consideraciones. De nada.
