Ibai

El templo de la donostiarra calle Getaria

Quedan en pie pocos restoranes a los que tenga respeto reverencial como este templo del buen zampe que lleva toda una vida dando de beber y de comer de verdadero infarto. Siguen vivos y coleando, pero el reciente fallecimiento del colega Juantxo, verdadero “figura”, discreto profesional, “jatorra” y uno de los pilares del trotero, deportivo y singular Ibai, ha dejado muy triste a su familia y a muchos de sus clientes, que nos acercábamos como moscas a gozar con la mano y la cintura de los hermanos Garro e Isabel, que lleva también toda una eternidad recibiendo con su sonrisa franca y naturalidad a los amigos de esta casa legendaria.

Pensábamos que cerrarían el local para siempre jamás y nada más lejos de la realidad, ahí siguen sin perder el oficio y la raza con la que levantaron una pequeña casa de comidas, pues con tiempo, santa paciencia, dedicación y buen olfato se convirtieron en esa mesa soñada e imprescindible para los zampones que desde los lugares mas recónditos, llegaban hasta la calle Getaria y bajaban sus peldaños con emoción para sentarse en cualquiera de las sillas de su comedor, verdadero palacio de la lujuria.

Después de unas costosísimas rutas Michelin por toda la geografía jamando platos ocurrentes y viviendo experiencias místicas, todos y cada uno de esos “millonetis” clientes de la casa remataban su viaje astral poniéndose allá a resguardo, recobrando la salud, las ilusiones perdidas y las ganas de volver a respirar por la nariz gracias a una cocina vasca de raíz sabiamente ejecutada sin alharacas ni mandangas e inexistente pretenciosidad. En este céntrico restorán donostiarra muchos recuperaron su fe en la gastronomía y renovaron sus ganas de volver a comer, convirtiendo ese último festín en un broche final reconstituyente de un viaje lleno de lagunas, decepciones y jamadas imposibles de digerir.

Hoy, con una ciudad apagada y un país herido de muerte, siguen atendiendo pacientemente a su generosa y amaestrada clientela local, que no levanta la voz ni se molesta si no hay sitio o no le responden cuando intenta hacer su reserva telefónica, pues todos tememos que en algún momento echen el cierre y pasen a formar parte de nuestra historia más personal. No contabilicé cuántas veces estuve en Ibai, pues no colecciono “experiencias” ni todas esas chorradas. Comer es un asunto serio que no se ejerce para reventar de envidia a nadie y puedo asegurarles que cada vez vibré desde primerísima hora del día con esa sensación de gozo irracional, sintiendo la suavidad de unas verduras o de un salpicón de bogavante en el gollete, la sedosidad de unas pochas guisadas y un ajoarriero o el perfume arrebatador de una delicada trufa negra de invierno tapizando un fondo de patata encharcado de huevo.

La gastronomía es amargura para los que comen para olvidar su último empacho y en Ibai disfruté gordísimo de toda una vida de sobremesas con amigos, familiares y algún que otro gilipollas, algunos desaparecidos para siempre. No quiero ponerme estupendo ni parecer un “sinsustancia”, pero en todos y cada uno de los guisos puse todo mi empeño y dejé mondas y lirondas las carcasas de malvices, nécoras, palomas, becadas y tórtolas, la cascarilla de las ostras, las pequeñas espinas de los salmonetes, las telas de gabardina de los percebes y esos huesos todo poderosos del rabo en salsa o de las chuletas asadas con ensalada, patatas y pimientos rojos. No se precipiten si les asalta la curiosidad, pues igual nunca merecieron comer allá sentados y no encontrarán mesa. Si son unos repipis y nunca sintieron hartazgo comiendo o bebiendo, no les echaron en falta. Ya me despedí del Ibai en inmejorable compañía con angulas al ajillo, kokotxas de merluza en salsa verde, patata con huevo, trufas y media ración de queso viejo. Nunca olvidaré los momentos allí vividos y todas y cada una de las sonrisas socarronas provocadas por las manos de Juantxo cruzando sus cucharas, pues al servir un arroz con almejas o remover ese refrito del lenguado asado en su bandeja, provocaba un gozo sin par imposible de reproducir, ¡qué felicidad!, ¡cuánta pena!, ¡qué alegría haberos conocido!, ¡eterno Ibai!, ¡viva Rusia!

Ibai
Getaria 15 – Donostia
T. 943 428 764

COCINA Nivelón
AMBIENTE Templo
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / Negocios
PRECIO ****/*****

1 comentario en “Ibai

  1. Francisco

    Disfrutar comiendo es un verdadero lujo, y la gente que no disfruta comiendo, una verdadera pena, para ellos.
    A mí me gusta comer, y me gusta comer de todo, pero Ibai es de aquellos restaurantes que siempre justifican el viaje, aunque sea de un lugar más o menos lejano.
    La gastronomía de San Sebastián justifica siempre el viaje, pero finalizarlo en Ibai es el más digno colofón a una verdadera ruta gastronómica.
    Que viva Ibai!!!

Deja un comentario