Chorizo Alejandro Troncal

Para empezar a escribir sobre chorizo hay que arrodillarse como un descubridor ante las capitulaciones de Santa Fe, pues no hay alimento sobre la faz de la tierra que me la ponga más enhiesta que el fabuloso chorizo colgandero, y si es el Troncal de los amigos de embutidos Alejandro, ¡bingo!, pues no existe nada mejor en su categoría.

La vida es de color gracias al embutido y mi infancia se concentra en los miles de bocatas de chorizo “estilo Pamplona” que comía en la merienda. No sé ni qué más largar, pues se me seca la boca emocionado y no encuentro palabras para describir los momentos de felicidad que procura un currusco de pan cargadito de lonchas finas, y cuando digo “cargadito”, me refiero a acumulación de medio dedo, pues no hay peor gente que la que te tiende la mano con un bocadillo relleno de tres lonchas descafeinadas.

Si se lo papean de aperitivo y a palo seco, córtenlo en rodajas gruesas al bies, apoyen cada roncha sobre la tabla y rematen en bastones gordos para apreciar mejor la mordida y el sabor de semejante maravilla, ¡viva Lola Flores y la rotonda de acceso al polígono Las Cañas!, ¡viva la Unión Deportiva Logroñés!

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