El sueño de la Familia del Rincón Ribera
El mundo se divide entre los que madrugan para hacer deporte y los que madrugamos, sí, pero para currarnos el zumo de naranja, tostar pan, calentar el agua para el té o si es sábado, domingo o fiesta de guardar, cuajar una tortilla o marcarnos un par de huevos al plato, con sus costrones y un buen tarugo de cabeza de jabalí. Las ciudades las tomaron al asalto los que practican actividades deportivas, vestidos de corto y sudando como pollos al espeto, y qué quieren que les diga, ¡me parece acojonante!, ¡viva la línea y la pantaloneta de neopreno!, ¡viva la mermelada de melocotón!
Siendo crío me regalaron un balón y no fui capaz de chutar una derecha, pues todo dios alucinaba con las habilidades de sus hijos, mientras yo me partía el pecho merendando bocatas de escándalo o metiéndome entre pecho y espalda unas bombas de crema que no se podían agarrar con una sola mano. Luego quisieron inocularme el veneno del esquí, que más que seducirme, me provocó un irracional rechazo por las nevadas, los teleféricos, las colas de gente arremolinada en los remontes y toda esa pachanga de tarados deslizándose a toda mecha por vaguadas, macizos rocosos y cornisas, ¡qué vértigo!, ¡menuda zozobra!, ¡Fumanchú, sácame de Candanchú!
El pedazo de hotel que hoy nos ocupa me reconcilia con ese pasado de bota de monte y plumífero pijo, pues está ubicado entre el Parque Natural de Sierra de Guara y el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Podrán imaginarse la majestuosidad del entorno, dominando un valle delicioso a la misma vera de la iglesia románica de San Pedro y su cantarín campanario, o a dos pasos de la coqueta San Juan de Busa, una minúscula parroquia de mil años que perteneció a un desaparecido poblado medieval. Da gusto darse un voltio por una zona especialmente concebida para que los humanoides se deslicen por laderas, desfogándose en las tirolinas monte abajo o zambulléndose en aguas bravas, montados en sus estrechísimas piraguas. En un entorno tan deportivo, se agradece un palacio de la lujuria en el que poder recluirse.
Descoloca la desproporción de su imponente arquitectura de madera de alerce, piedra recuperada y cristal. La jardinería, cuidadísima, abriga todas y cada una de las diecisiete habitaciones que flanquean las zonas comunes, capitaneadas por un fabuloso comedor de restorán, un bar muy coqueto, un salón con mullidos sofás, una terraza con vistas a la piscina y un “chill-out” o despliegue de mesas bajas, aparadores y butacas de jardín para echarse plácidamente un cigarro, fumarse un habano o pimplarse de a pocos cualquiera de las botellas de vino o destilados que guarda la bodega, excelentemente surtida.
Adriana y Joaquín, propietarios y gestores del tinglado, le echaron dos pelotas colganderas en 2015, arrancándose con esta aventura que corta el hipo, pues imaginas los desvelos y el dolor de cabeza que habrá costado este platillo volante para hacerlo volar y asegurarle velocidad de crucero. Para ello, cuentan con un personal de servicio atento y preocupado por tu bienestar, que no marea la perdiz e intenta por todos los medios que aterrice cuanto antes tu cerveza, una almohada más blanda o ese albornoz para ponerte a remojo como una torrija en el SPA. El restorán lo pilota Toni Polca, un hispano suizo que atesora oficio para ir al grano en todas las fórmulas que ofrece a los huéspedes, desde el pantagruélico desayuno hasta una tapa o la bienvenida, pues si aterrizas a deshoras con más hambre que Carpanta, nunca falta jamón ibérico extremeño, finísimas croquetas de longaniza o un despliegue de quesos artesanos. Tiene formación académica de primer orden y se partió el pecho en casas de postín, así que no pierde un segundo y pone en valor los clásicos renovados que apetece siempre zampar: “burrata” aliñada, ensalada de codornices escabechadas, rabo desmigado con puré, solomillo con polenta, paletilla de cordero con patatas al romero, presa de cerdo con chimichurri o un simple helado mantecado para empujarse un tapón de ron. Si les place, podrán fumarse su tabaco en la terraza exterior.
Viñas de Lárrede
San Juan de Busa 12 – Lárrede – Huesca
T. 974 948 000
www.hotelvinasdelarrede.es
COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Campestre lujoso
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO ***