Bodega Cigaleña

Sumos sacerdotes de los vinos naturales

La Cigaleña es un local chapado a la antigua con espíritu “punky”, es decir, guarda apariencia de viejo cascarón, pero atesora talento fresco y rebelde, profesionalidad y ese salero de un equipo que sabe lo que maneja y sus clientes desean. En estos tiempos excéntricos de locales abiertos a la carrera y con una oferta tocada de muerte por razones obvias, sobreviven los que construyeron sus casas desde los cimientos y muy poquito a poco, peleándose el jornal y amaestrando a su parroquia, resistiendo al fuerte oleaje o al raso de los días soleados, pues hubo tiempos felices en la hostelería.

En pleno cogollito de Santander exhibe orgullosa sus “pechugas” esta catedral del pimple a la que vuelan como moscas un tropel de sedientos para reverenciar al sumo sacerdote de los vinos naturales, el obispo Conde Laya, que oficia su eucaristía diaria alegrándonos la existencia con sus botellas imposibles. Las carga en el maletero de su coche y se las trae desde los lugares más inhóspitos de esa vieja Europa tocada de muerte, ¡sí!, pero aún fértil y próspera en vides desconocidas y fincas recónditas custodiadas por gentes con nombres y apellidos impronunciables. Andrés conoce a todos y cada uno de ellos, los visitó personalmente colándose en sus bodegas y ganándose su confianza a golpe de pico y pala, ¡menudo mameluco!

En un rincón de este local cuelga un reproducción de los “Borrachos” de Velázquez, fabulosa representación de una borrachera colectiva en la que todos sus personajes nos invitan a formar parte de una cuadrilla integrada por vagabundos, pordioseros, soldados, náufragos y músicos ambulantes. La farra mejor pintada de la historia del arte que mezcla lo mundano con lo mitológico y coloca en el centro de la composición al mismísimo dios Baco, que nos hace la existencia más soportable, pues el vino bueno alarga la vida una barbaridad y ahoga las penas del alma. Así que dicho y hecho. Como en el lienzo del pintor sevillano, con naturalidad y sin dar la murga, llenan allá las copas que es un primor y contestan las dudas a los “intensitos” que llevan la lección aprendida desde casa e hicieron un “máster” en Boston sobre sulfitos y polifenoles, ¡valiente coñazo son los sabiondos del vino!, ¡huyan de ellos como de la peste porcina!

Tres ejes centran la oferta comestible, golosinas selectas con nombre y dos apellidos, un recetario clásico de especialidades que invitan a descorchar con descaro y un fin de fiesta que remata la jugada con quesos afinados antológicos y unos dulces bien resueltos que no entran en jardines o belenes ni camisas de once varas. Echando un vistazo alrededor ves caretos de satisfacción, vecinos de mesa gozando y ninguna sensación de estar soportando la misa de doce en la parroquia, una ceremoniosa exaltada del té verde japonés o de asistir a una purificante noche de “walpurgis”, que es lo que parecen algunos comedores de pedigrí, ¡menudo coñazo soberano!

El festival de la jamada puede arrancar con una buena ensaladilla rusa alicatada con tronco de bonito o un tártaro de pescado, si es temporada de algún bichejo que se deje morder las trancas en dados, con el habitual pringue de yema, cebollino, limón o mostaza. El “steak” de solomillo de vaca es otra de las especialidades por la que hay tortas como panes. Fríen croquetas de mucha calidad, ofrecen “rabas” muy seleccionadas y crujientes, tuestan morcilla de Cigales a la plancha bien churruscaíta y se sacan de la chistera txistorras fritas y torreznos de Soria dignos del mismísimo Juan Tamariz, ¡chan-ta-ta-chán! En el recetario de clásicos son palabras mayores los callos guisados de ternera, el arroz seco con pintada de Bresse, las chuletillas de lechazo con patatas o las mollejas de lechazo encebolladas. Chuten a gol con un Brie de Meaux para pegar alaridos, un par de cuñas de Stilton inglés que se traen desde Neals Yard Dairy y esos dulces que provocan pocos remordimientos de conciencia por estar pistonudos y justificar las lorzas: arroz con leche, tarta fea de chocolate, tiramisú o pastel tibio de queso. Dios guarde a Conde Laya por los siglos de los siglos, ¡sumo sacerdote de los vinos naturales!

Bodega Cigaleña
Daoiz y Velarde 19 – Santander
T. 942 213 062
www.cigalena.com

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Tasca rococó
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja
PRECIO ****

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