Geol 2017

Si pillan un mogote o cabecero o un fabuloso pedazo de cerdo ibérico fresco de tamaño desproporcionado no olviden que por cada kilogramo de peso necesitan una hora de cocción en un horno a ochenta grados, ¡papo!, ¡así de simple! Los últimos minutos le atizan un gratinado soberano para que tueste el pellejo y santas pascuas.

Si no tienen pelotas y son unos cobardes, también pueden asar la pieza en una “cocotte” con aceite de oliva. La tuestan, amansan el fuego, añaden porrón de ajos, medias cebollas y un chorrazo de brandy y con la tapa puesta soasan la pieza hasta que la toquen con el pulgar y ofrezca la misma resistencia que un muslo de Martina Klein, ¡argh!

Para pimplar, sin dudarlo, descorchen este Costers del Segre y bailen de felicidad sobre una tumba, como los Siniestro Total. Si necesitan más datos técnicos sobre retrogustos y matices nasales, investiguen en internet o en algún portal de sabiondos del vino, llenos de pitilinadas, puntuaciones y sesudas consideraciones. De nada.

 

 

Deja un comentario