Pues resulta que el patriarca de esta casa de vinos solía pimplarse un blanco con olivas de aperitivo y no imagino mejor homenaje que abrir esta botella y enchufármela con medio queso bien graso, agarrado a una barra crujiente de pan.
Cuando las penas ahogan, chispea o caen chuzos de punta, no hay mejor actividad cultural que perfumarse a chorro.
Si necesitan más datos de la botella, investiguen en internet o en algún portal de sabiondos del vino, llenos de matices, puntuaciones y sesudas consideraciones. De nada.