Octobris

La cosa está canina y anda todo dios intentando venderte su moto, pues es raro el día que no llame alguno pidiendo visibilidad y todas esas zarandajas digitales que sustituyen a los antiguos ultramarinos, pues hoy todo se vende a golpe de “clic”, “target”, “feed” y toda esa terminología de manual de reproductor VHS de Alemania del este.

Llevo toda la vida acercándoles las mejores golosinas con el ánimo de compartir todo lo que me la pone tiesa y encuentro en estantes o en una carretera comarcal, ¡haibadios, menuda quesería!

Doy más vueltas que Marco y cuando algo quiero, lo pago y punto pelota. Si se me antoja una lata de sardinas, un mostachón o un vino tinto, pillo abrelatas o sacacorchos y santas pascuas. No es por nada, pero merezco homenajes de todas las bodegas españolas y placas de agradecimiento de todas las denominaciones, pero como no se pone en contacto ni cristo, me consuelan algunos satélites como Luis con los que me sacude el chispazo, pues nada me gusta más que las cosas claritas y sin edulcorar.

Es el caso de este fabuloso aceite de oliva virgen extra ecológico alicantino, aromatizado con cáscara de limón. Si lo vierten por todo lo alto sobre una merluza, unos salmonetes o un gallo a la plancha con sus ajitos no darán crédito por su finura y les darán vuelta los ojos como en los dibujos animados de Hanna-Barbera, ¡aúpa la familia Muntanya!

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