De chaval me dediqué a beber todos los culos de los vasos de las jamadas que se organizaban en casa y nada me gustaba más que apurarlos con un tiento de gaseosa La Pitusa, que era un brebaje del demonio con el que articulabas eructos de proporciones mesopotámicas, ¡beeuurrppp!, ¡iepaa!
Por eso me chifla este bebercio rosado en botellín que los más jabatos pueden pimplar con elegancia para no tener siempre esa sensación de que el vino es cosa de carrozas y necesitas chuletas, sacacorchos y copas de fino cristal para poder brindar con los colegas. Así que háganse una tortilla de patatas, desenfunden el abre chapas y gocen con esta fresquísima combinación como adolescentes jugando descalzos al fútbol playa.