Crema de gianduja

Esta marca de nombre impronunciable presume de siciliana y ofrece unas cremas para untar de verdadero escándalo. Ahora todos se la agarran con pinzas de tender la ropa y nos hemos vuelto unos finolis, pero no tengo ningún problema en confesarles que me sigue poniendo palote comer o beber todas esas mierdas que sobrevivirán a la eternidad como iconos alimentarios del planeta tierra: “Baileys”, “Tigretón”, salsa “Ketchup”, patatas “al jamón”, “Fritos” barbacoa, “Nocilla” blanca, “Kas” limón y naranja o la “Comtessa”, que ofrece más texturas y sensaciones en la mordida que un menú de trescientos pases del desaparecido Bulli de cala Montjoi, ¡creativiti!, ¡ingeniositi!, ¡surprais! Al lío que me desparramo.

Esta crema es un barro delicioso parido por una mente perversa que aúna en cada palada el subidón del chocolate y el calambrazo de los frutos secos tostados, explotando en la boca y convirtiendo cada bocata en un “looping” mortal de montaña rusa.

No podrán parar de zamparla y al terminar, mirarán de reojo y con cara de asco el bote relamido sintiéndose una mierda con patas, pues habrán tirado por la borda veinte días enteritos de trabajos forzados en el gimnasio. Los gordos somos unos desgraciados pero gozamos sin remordimientos, ¡a mamarla a Parla!

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