Taberna La Bola

Universidad del hambre
Una casa de comidas que ofrece desde 1870 su cocido de dos vuelcos

Cuando viajas y pasas muchos días comiendo fuera, igual da que sea Sebastopol, Pinofranqueado o el lago Titicaca, sientes temblores en las piernas e imploras a los dioses domésticos de la cocina sencilla para verte ante un plato de vainas, coliflor con ajos, una ración de redondo en salsa o un filete empanado. Cierto es que de ciento en viento sientes el arrebato de sentarte ante un plato de arroz “basmati”, un curri rojo de cordero, unos “nigiris” con salsa de soja, una pizza cuatro quesos o una hamburguesa chorreante con patatas, pero la llamada de la sopa de cocido es implacable, pues si no cumples tu deseo de inmediato metiéndote en el pecho un cocido soberano, padeces un hondísimo penar.

Cada vez es más fácil comerse un “poke-bowl”, que es pienso para perros bellamente presentado para que parezca digno de Hirohito, o aún peor, avanzas por las calles sorteando puestos de sopa “ramen”, taquerías mejicanas o cevicherías peruanas, que nos emplastecen alejándonos de los platillos más elementales que dibujan nuestro paisaje, casi tocado de muerte. No cocina ni Blas y mientras no mostremos el mínimo interés por remojar garbanzos, sofreír tomates o aprovechar los restos para croquetas, ropa vieja o canelones, España se irá al carajo, literalmente. Mostremos un horizonte luminoso a los más jóvenes de la manada, cocinando y comiendo con criterio, llevándolos a los mercados que aún sobreviven para que mamen desde niños esa cultura de calidad que se consigue cocinando con ellos, empapándolos de alimento fresco. Si no cuidamos la cantera y formamos militantes activos de la comida, la bebida y el fogón, nos iremos a freír puñetas.

Y no se me ocurre mejor universidad para la vuelta al cole en otoño, que volar a la castísima taberna La Bola, una institución que desde 1870 ofrece su cocina castellana en el centro histórico de la capital, a dos pasos de esa “city” cañí arrasada por el cansinovirus, ¡Madrid nos necesita! Sin entrar en el barro que más me pone, glosando ese relicario de personajes que se dieron cita en sus mesas pare ponerse ciegos, reyes, carreteros, escritores, bandoleros, cupletistas, premios Nobel, villanos o pendencieros de mala muerte, centraré mis comentarios en considerarlo universidad del hambre, pues la necesidad tiró del hilo del cocido y de la olla podrida, considerándose durante siglos un graso, fértil y generoso pozo sin fondo que procuró mucha felicidad. Así que no hay mejor forma de combatir esta crisis de valores y sanitaria que correr hasta sus mesas con nuestros hijos, para meternos entre pecho y espalda ese cocido recio que lleva cuatro generaciones sin dejar de hervir en sus pucheros de barro, sobre un manto incandescente de carbón de encina.

Llevan siglos desbordados y dando de comer como pueden al que franquea la puerta con apetito y sed, así que si no responden al teléfono, vayan a una hora temprana y listo, Calixto. Ya sentados y en cualquiera de los comedores de esta vieja institución, escucharán el lejano crepitar de las brasas, los filos de los cuchillos golpear sobre las tablas y el pitorro de las ollas escupiendo el vapor que atesora color, sabor y toda la riqueza de nuestros platillos más elementales, pisto, espinacas a la catalana, callos, cordero lechal, sesos huecos, pepitorias y buñuelos. No se pierdan ese cocido que se come en dos vuelcos. Primero pónganse hasta el gollete de sopa con nubarrones de una grasa de chorizo que tiñe trágicamente el fideo. Luego, les acercarán una fuente de guindillas encurtidas, cebolletas tiernas de bocado y un pozal de salsa de tomate frito con cominos, como si no hubiera un mañana. Así que aflójense el cinturón, séquense la sudorina y sacúdanse el sofocón de la sopera para atacar al grueso del pelotón compuesto por una montonera de garbanzos, patatas, chorizo asturiano, tocino de cerdo, carne de morcillo de vaca, zanco de gallina, hueso de jamón y su cabeza de ajos. Den gracias a los dioses merovingios por estar vivos y salgan por la puerta pegando saltitos como el mismísimo David Bisbal. Y pónganse la mascarilla, ¡redios!

Taberna La Bola
Bola 5 – Madrid
T. 915 476 930
www.bola.es

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Tasca cañí
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia / Negocios
PRECIO Alto / Medio / BAJO

 

1 comentario en “Taberna La Bola

  1. AGMware

    ¿Y eso de que no admiten tarjetas de crédito? ¿Hay que ir con el rulo de billetes, como un defraudador?

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