Humber y Ramón son dos hosteleros con más horas de plaza que las vaquillas viejas de Lastur y llevan toda la vida tras la barra del Antonio, una institución hostelera del centro donostiarra.
Poseen otros establecimientos en el mercado de San Martín y pronto inaugurarán otra marca legendaria, el “Barandiarán” del Boulevard, en el que seguirán apostando por la calidad de todo lo bebible y comestible.
Conozco pocos profesionales con esa inquietud por la mejora, pues de regreso de todos sus viajes se traen en el zurrón ideas que ponen sobre la barra para que las disfruten sus clientes.
Lo mismo da un bocadillo que un pincho sofisticado, un vermú coqueto o una marca de patatas fritas, una tapita o un calefactor virguero para que no se les mueran de frío las abuelas que apuran su whisky, mejora tras mejora, van ajustando su mecanismo con las posibilidades que les ofrece un equipo entusiasta de cocina y sala.
Hacen una tortilla de patata que se sale del mapa, cubren con jamón ibérico montaneras de patatas fritas, tocan bien el balón del guisote, los fritos son delicados y ofrecen un bocado de anchoa que es la repolla y reúne sobre pan tostado guindilla “alegre” picante, pimiento verde y un filete de anchoa en salazón sobada en casa.