Hierbaluisa

Tengo en casa cuatro arbustos de verbena limonera o hierbaluisa que me alegran la existencia tela marinera y presiden un lugar destacado del jardín. Como todo el mundo sabe trabajé en Eugénie-les-Bains con el gran Michel Guérard y desde entonces me persigue esa buena costumbre de rodearme de belleza para iluminarme la existencia.

No conozco una planta más voluptuosa, generosa y elegante que nuestra protagonista, pues la fragancia de unas pocas hojas provocan destellos en perfumes, cremas, masas de financiera, baños de babá o una simple infusión.

Guérard es uno de mis padres putativos y se jugó el pellejo aliñando foie gras en ensalada, ahumó bogavantes con dos cojones colganderos, reinventó el “Pithiviers” dulce rellenándolo de carne de patos, conejos, faisanes y liebres, aligeró hasta la transparencia raviolis, eliminó elementos pesados del relleno de canelones sustituyéndolos por hierbas aromáticas crudas, cocinó como nadie la trufa negra en ceniza, desgrasó el picadillo “Parmentier” e hizo un helado imposible con verbena limonera y flor de tilo cuando los postres del momento se pintaban con salsa de frambuesas y mantecado.

Cuando hagan su próximo gin-tonic, aromaticen el brebaje con sus hojas y siéntense a ver el mundo pasar antes de que sea demasiado tarde, que la esquela acecha y Caronte aguarda con su zodiac.

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