Bidassoa Tap Room | David de Jorge

Buen papeo y cerveza con pedigrí en un local efervescente

Espero que estén todos ustedes sanos y salvos … y “como decíamos ayer”, muchas veces les conté que tengo el soberano privilegio de vivir en la república del Bidasoa y que a pocos metros de la puerta de casa hay convento de monjas bravas, bodega de txakoli, marismas de ensueño llenas de patos y aves protegidas y una fábrica de cerveza que rompe la pana con sus especialidades embotelladas en un novísimo espacio industrial habilitado para repartir buen rollo con demostrada solvencia, pues siguen la costumbre de muchas cerveceras “craft” europeas y estadounidenses complementando con jamada de categoría la posibilidad de beberse unas birras elaboradas in situ.

Bidassoa Basque Brewery se lio la manta a la cabeza habilitando en 2014 un espacio para picotear algo en sus instalaciones, “Tap Room” lo llaman los más modernos, ofreciendo a sus incondicionales un tapeo básico de tostas, chorizo colgandero, salchichón, tortilla de patata y algunas otras golosinas que servían para empujarse una veintena de variedades de cervezas artesanas. Rompieron la pana con el tinglado y fueron peleando contra viento y marea intentando abrirse hueco en la oferta cervecera local creando adictos a su sabor con joyas como la clásica y centelleante “Kasper”, la pale ale ambarina de nombre “Mugalari”, la “Amuitz”, que los entendidos denominan hoppy lager y no es otra cosa que una cerveza con mucha chicha refrescante, la “Boise” o la “Larrun” entre distintas creaciones paridas por las mentes efervescentes de Carlos Arrecubieta, Iñigo Pérez y sus secuaces, Theo, Borja e Iván.

Desde entonces extendieron apostolado y aumentaron el número de parroquianos fieles a ese amargor característico marca de la casa, pues como ustedes saben el pan bueno o la cerveza de pedigrí atesoran sustancias adictivas que te mantienen cautivo hasta el fin de tus días. Las distintas variedades poseen la singularidad de unas etiquetas de líneas depuradas que se distinguen a veinte leguas de distancia, con ese marcado acento norteamericano en su concepción conseguido con materiales de primera, maltas de cebada nacional y trigo y lúpulo alemán con el que logran una alianza de civilizaciones, alegría y despelote cervecero. Crecieron despacito y con buena letra y su departamento comercial, pilotado por Marina, Christian y Alex, conquistó los territorios vecinos como los irreductibles galos Astérix y Obélix, llegando hasta Francia, Italia, Finlandia o Inglaterra.

En tiempos del malvado coronavirus es bien justo reconocerles una trayectoria impecable e intachable y ese esfuerzo titánico que hicieron mudándose desde su vieja ubicación hasta el nuevo edificio de corte industrial que ocupan hoy, en el que antiguamente campeaban las instalaciones de La Bacaladera irunesa, un portaviones de techumbre y dimensiones desproporcionadas que les permite clavar aún más las formulaciones cerveceras y complementarlas con una oferta gastronómica desenfadada que los ha convertido en un pispas en local de moda. Disfruten de la frescura de las birras pinchadas directamente de barril -la “Agiña” se sale del mapa- y de una cocina abierta al público que reúne en una pequeña carta todos esos imprescindibles clavados por Nacho, Endika y Gustavo, cocineros residentes con mucho garrote que curran a pie de fogón para que los clientes lo pasen pipa en un guirigay de bandejas, pintas y raciones despachadas por Diego, Elsa, Eduard, Maite e Iñigo: patatas chiquitas y cuidadas con salsa brava, mejillones a la cerveza, nachos currados en casa con pollo, guacamole, crema agria y cebolla encurtida, salmorejo campeón, rabas de chipirón fresco con huevo y alioli, pollo frito con salsa barbacoa y las cabareteras de lujo que adoptan forma de hamburguesa de vaca con pimientos verdes fritos y de costilla deshilachada con ensalada de col y berros. Hornean un “brownie” de chocolate de varios quilates y con la que está cayendo, para que nadie se quede con las ganas, reparten a domicilio y te llevan cena y birras a casa, ¡larga vida a la peña Bidassotarra!