Si no manejo mala información resulta que esta bodega no hará más vinos tintos, así que empezamos la película poniéndole la esquela al actor protagonista, ¡dios lo tenga en su gloria!
Está cocinado en tierra de vinhos verdes, en la ribera del Minho y dio gloria darle boleto con un pichón asado como mandan los cánones de la alta cocina, es decir, currado por un chef meticuloso de esos que se tira tres días haciendo un jugo con las carcasas y lo reduce y lo monta con mantequilla y lo enriquece con un portentoso jugo de trufa y lo riega sobre una pechuga sonrosada, con su piel crujiente y un canelón relleno de manos de cerdo, patas de ternera y la carne de los muslos bien estofada y deshilachada, ¡apoteosis zombi!
El vino era de color rubí y olía a perfume y a mineral de la lejana Persia y todas esas mandangas de los taninos bien pulidos y la acidez en boca que nos largan en las revistas enológicas del ramo, pero no hay más y contigo Tomás, ¡vaya putada!