Casa Moreno

Los colmados, los coloniales y las tiendas de ultramarinos cambiaron de pellejo conforme la vida se volvió pendeja y mucho más pelleja, pues donde antes hubo una calle salpicada de currantes con ganas de pulirse la paga hoy campan los cajeros automáticos, las “boutiques” de telefonía y los gimnasios, abriéndose paso como un nuevo paradigma verdigrís de estos tiempos aborregados.

Por suerte todavía contamos, ¡aunque sea con los dedos de una mano!, con locales que ofrecen tragos y tapas servidas con mucha gracia, como ocurre en la legendaria Casa Moreno de la calle Gamazo, a tres pasos del ayuntamiento sevillano. Si quieren doctorarse en sentido común, salero y sevillanía, desayúnense allá una “tostaíta” o tómense un oloroso a media mañana y alucinen con el derroche de sabor con el que les obsequiará el gran Emilio, un sabio de la barra a la vieja usanza que lo mismo canta, sentencia o te dibuja una reverencia si le pides una tapa de tortilla “efímera, con su chorizo picante por detrás y por delante”.

Los más jóvenes no darán crédito a lo que ven, los más roñas se descojonarán con lo que cuelga de la pared y los más creativos escucharán estupefactos conversaciones bien ocurrentes, ¡más madera! La vida es como un “montaíto”, sabe a lo que tú le pongas, así que no se corten un pelo, pónganse tibios y prínguense con sardinas ahumadas, quesos grasos, chacinas, embuchados y una “tostá” de hígado de bacalao en aceite que es mi mayor debilidad.

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