Aceituna con hueso “Jolca”

No hay melancolía que no se pueda superar gracias a la energía de una tortilla de patatas con cebolla, tan nutricia como un manjar destilado por vikingos, pues en ella está dios, el sol y el mapa condensado de la existencia primitiva.

Aunque también es cierto que en el huevo cocido con gamba y mahonesa, el bocata de anchoa en salazón, las huevas de merluza hervidas, el chorizo picantillo, las cuñas de queso y sobre todo en el interior de un sobre de olivas Jolca encuentra uno la razón de su vivir, ¡qué quieren que les diga!

Yo de crío busqué respuestas en el mismo catecismo que don Pedro nos enseñaba con la palma de la mano abierta, ¡menudas hostias!, pero pronto cambié la literatura incomprensible de los salmos por las mistelas y los aperitivos más variopintos y deliciosos. Ahora está de moda beber “vermú de autor” con el dedo enhiesto y la uña “almidoná” y como el horizonte es lila, algunos se derriten con los liofilizados de morcilla y las falsas empanadillas rellenas de ají amarillo y rocoto, en vez de zamparse a dos carrillos latas de berberechos con las dos manos o patatas fritas pringadas con salsa de mejillones en escabeche.

Me declaro un talibán incondicional del vino con sifón o gaseosa y les confieso aquí por escrito que me bebí a morro del mismo sobre decenas de litros de salmuera líquida de estas maravillosas aceitunas verdes “manzanilla fina” manufacturadas en la localidad sevillana de Huévar del Aljarafe.

Ahí siguen, infatigables al desaliento y a las chorradas de la mercadotecnia, pues por encima de la tontería al uso y mientras sobreviva nuestra civilización, habrá gente con gracia y salero dispuesta a parar el mundo para zamparse un puñado de olivas Jolca, ¡cagüenros!

www.jolca.es

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