Si paran ustedes por Cádiz no se resistan al paseo matutino por los puestos del mercado con un cartucho de churritos en la mano, pues los de la localidad presumen por delicados, poco grasos, escurridizos, finos y fabulosos como una gargantilla de la parisina Place Vendôme.
Eso sí, callejear por allá ataca el apetito y provoca un hambre del demonio, así que déjense llevar por el refinado aroma del chicharrón churruscaíto y aceleren el paso hasta la misma calle Feduchy, que en el número diecinueve recibe con los brazos abiertos a todo pichichi y desde 1942 a todos los que quieran calzarse un vinito de Jerez, con especial querencia por la manzanilla de Sanlúcar y sus parientes amontillados, Oloroso, Moscatel, Pedro Ximénez y Palo Cortado.
El lugar es un alucine, pues mezclados entre vecinos y clientes de toda la vida se dejan ver guiris en pantalón corto, chanclas y camisa floreada que no dan crédito a lo que ven sus ojos, que no es otra cosa que una exaltación de la esencia y el carácter universal de la taberna española de toda la puñetera vida, con sus botas, su aparador exhibidor de madera y cristal, mesas, banquetas, un teléfono de los tiempos del cuplé y carteles y fotografías de la fauna y la flora que habitó el establecimiento.
Si se portan bien, obedecen, no dan mucha lata y la muchedumbre no los abruma, pueden sugerir a José, patrón de la casa, que les muestre la trastienda en la que guarda vinos de verdadero infarto sometidos al tratamiento único de conservación en botas de más de cien años de antigüedad que se rellenan con el tradicional sistema de trasiego.
Empújense el trago con un par de olivas y una bolsa de papas y celebren la vida, que esto se termina y vamos derechos al matadero.
Feduchy 19 – Cádiz – T. 956 285 401