Ahora que enfilamos las vacatas y nos echamos con desenfreno a la piscina del despelote jamando y bebiendo a cualquier hora del día, es momento de sacar del macuto golosinas como la que aquí les presento, una bomba calórica termonuclear capaz de reventarle los índices glucémicos a un bote de cinco kilogramos de leche condensada.
Los dulces con chaleco antibalas azucarado me ponen muy cachondo y nada me gusta más que ese caparazón acorazado de las mismísimas yemas sevillanas de San Leandro o de estas más chicas que llegan desde la localidad de Écija, que llevan encima una talega calórica de agárrate que vienen curvas.
Manuel y Manolo Mármol adquirieron en los años cincuenta un despacho de confitería que las elaboraba con el nombre de «Flan Chino El Ecijano» y la fórmula fue depurándose hasta conseguir que fueran chiquitas, jugosas, dulzonas y sin competencia alguna.
Si no quieren morir en el intento o sufrir un desmayo, lo mejor es que las acompañen de café negro tizón o aún mejor, úntenlas en un tiento de coñac o brandy como si fueran galletas maría y pensaran que comen gominolas vegetarianas de stevia aptas para veganos con pelos en las piernas y perro sin desparasitar.
Muchas gracias por compartir y seguir así