Crónica Marbellí

Un desayuno anglo-andalusí y cuatro tascos de pedigrí
Algunas recomendaciones curiosas para los que se refrescan en la bella Marbella

Euskadi es tierra próspera y aunque no para de llover, mañana y noche, mi amigo Josemaría el sevillano envidia esa riqueza que toma forma de polígono industrial, puerto pesquero de recreo o txakolinería, advirtiendo que todo nos lo bendice el líquido elemento presente en cada uno de nuestros días. Así, empapados hasta las trancas, contamos los minutos para escapar al sur, como las garzas reales que desde el norte calzan alpargatas para volar a los arrozales y las vegas salineras, pues no es casualidad que su luz y su papeo nos estimulen y desde tiempo inmemorial, poblemos campos, haciendas y las calles de Andalucía. Benidorm en Alicante, Islantilla o Matalascañas en Huelva, Sanlúcar, el Puerto de Santa María y Zahara de los Atunes en Cádiz o la malagueña Marbella, son un hábitat natural ideal para que los vasquitos juguemos al golf, al tenis, poteemos con los colegas o vayamos a la playa sin necesidad de chubasquero, justo un “Meyba” y la billetera “forrá” para invitar a tragos a todo el que aterrice por la barra, ¡esta ronda es mía!, ¡aparta y no me jodas!

Si paran por San Pedro de Alcántara, sáquense el clavo de encima con otra punta y denle a la proteína grasa de la Pérfida Albión en la cutre y desvencijada terraza del Tricky Ricky’s, en Guadalmina Alta. Es un planazo aterrizar en sus mesas soleadas con la prensa y meterse cualquiera de sus desayunos “anglo-andalusíes”, pues además de té, alubias, salchichas, huevos revueltos o a la plancha y beicon magro de marrano, podrán pimplarse un vaso de sidra a rebosar de zumo de naranjas recién exprimidas o pringar de salsa “HP” o putrefacto “Marmite” su mollete antequerano bien tostado.

Maison Lu (Bulevar Alfonso de Hohenlohe 269 T.951 210 000) es la versión “Bouchon” del amigo Juanlu, una especie de Thomas Keller jerezano que se lio la manta a la cabeza con un coqueto y fabuloso restorán en su ciudad natal versionando los estándares de la cocina francesa en clave flamenco-rociera y que en la milla de oro marbellí propone otra carta desenfadada con los viejos trucos de enseñar “cacha” para que el personal pierda la cabeza. La puesta en escena atesora pedigrí e invita a pedir Negronis, vermús preparados o copas frescas de manzanilla mientras contemplas embobado la exposición de aperitivos de concha dura, espetones preñados de pollos y patos que giran sobre las brasas y esa brigada empeñada en clavar eficazmente las recetas que ofrecen con generosidad a sus clientes, sopas humeantes, rebozados crujientes, tuétanos de infarto, gratinados, ensaladas lujuriosas, carnes asadas con bearnesas, holandesas y demás fauna del Pellaprat en una terraza cachonda en la que el bullicio se entremezcla con el tabaco de los habanos, la conversación y esa placentera sensación de que todos celebramos la vida masticando a dos carrillos, como si fuéramos a morir mañana mismo.

Sidrería Manolo (Tirso de Molina 25 T.952 814 181) sirve fabada asturiana, alubias pintas, chorizo cocido, merluza rebozada o en salsa, pescados inmensos al horno, cordero lechal y cachopo asturiano regado con sidra asturiana natural. Si lo que deseas es un servicio sin titubeo y comer con nombre y apellido todos los platos que echas de menos después de varios días de mamandurrias, ¡este es tu sitio!, el cuerpo es sabio y pide mordisco, legumbre y verduras para depurarse, como ese perro que come hierba, tose, arroja y se echa una siestecita reparadora y a otra cosa, ¡mariposa!

Don Giovanni (Hotel Finca Cortesín T.952 937 800) lo gestiona el chiripitifláutico Andrea Tumbarello, que en tierra de guarros ibéricos te planta orgulloso su mortadela o su burrata fresca aliñada con foccacia y pan de ajo y esa escalofriante variedad de pastas frescas guisadas y cocinadas al “pomodoro”, a la boloñesa, “puttanesca”, con salchichas y vino Barolo o con los rellenos más apetecibles, “tortelli” de bogavante, “panzerotti” con setas, “fagottini” de queso y pera, “ravioli” gigante de mozzarella y espinacas o la fabulosa pasta seca, que bajo la forma de grueso “spaguettoni” se sale del mapa cocinada al pesto o pringada de “guanciale” graso con yemas, mucha pimienta y queso “pecorino” en clasicorra carbonara, ¡qué despelote!

Y la gran joya de la corona, para ir de noche y de día, ¡porque sino me perdería!, ¡Jesusito de mi vida, eres niño como yo!, es el fabuloso Diamante (Vicente Blasco Ibáñez 3 T.952 863 626), un tasco considerado la mejor casa rasa de comidas de Marbella “city”. Muchos alumnos de escuelas de cocina deberían de pasarse por las instalaciones del bueno de Emeterio en Puerta Osario de Sevilla o por la cocina-barra-cuchitril del torpedo de Cristóbal, que en menos espacio que la guantera de un Seat Panda, la lía padrísima llevándose de calle a la distinguida clientela que puebla sus mesas reclamando esas especialidades de aquí te pillo y te remato, ensalada de tomates, piparras fritas para que los vasquitos gritemos de gusto, ¡aúúúú!, pescaíto frito de toda suerte y color, boquerón, acedía, salmonetito, cazón en adobo y demás bichos con espinas, aletas y marisqueo. Y esas palabras mayores del pescado andaluz de gran envergadura que el sheriff de la casa acomoda según venga enfilado tu antojo, horneado, plancheado o crudo si fuera menester para la corvina, el mesié pez espada o ese mero rojo con su grasa infiltrada que es un verdadero despropósito. De postre, ¡no lo duden!, un buen plato de jamón recién cortado, queso de la zona bien curado o unos huevos fritos rotos con muchísimas papas, ¡al carajo la dieta!

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Veraneo playero
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO Alto / MEDIO / Bajo

Deja un comentario