Carmelita

Creo que fui engendrado en un corral rodeado de gallinas y pollos porque desde mi más tierna infancia siento pasión desmedida por los huevos e igual da que me los sirvan fritos, pasados por agua, en tortilla, escalfados o en esa textura fetal, termal y moderna que los convierte en un gel apetecible a rabiar.

Pero si hay una forma que adopta el huevo que me vuelve loco, es cocido en abundante agua salada contando diez minutos desde que arranca el hervor, refrescados bajo el chorro de agua fría y pelados, quedan listos para pegarles un muerdo.

Nada me la pone más tiesa que meterlo en rodajas en un sándwich vegetal con mucho bonito o tropezar con esa banderilla de toda la vida que se construye con palillo mondadientes y se atraviesa con la infalible compañía de una gamba, oliva deshuesada y un pegote grueso de salsa mahonesa.

Pablo Loureiro del Urola donostiarra prepara todas las mañanitas muchas Carmelitas, otro timbre de gloria para los adictos al huevo cocido que consiste en un pan frito en aceite de confitar un porrón de ajos que soporta la carga de una rodaja de huevo, media anchoílla en salazón, mahonesa y gamba cocida y repelada, que es lo que yo pediría como última voluntad si me dieran garrote vil y me concedieran un último deseo, ¡adiós papá, adiós papá, consíguenos un poco de dinero más!

www.casaurolajatetxea.es

1 comentario en “Carmelita

  1. Elvira Ricarte

    Ese pincho INSUPERABLE , yo también amante de los huevos en todas sus versiones

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