En ese madrileño barrio de Salamanca en el que algunas señoras sacan a sus perros a hacer pipí vestidas de Elena Benarroch, pueden verse también de madrugada a repartidores con sus cajones de fruta y a carniceros como los de la peli “Irma la dulce” cargando con perchas de perdices, pollos y bolas de vacuno con las que se preparan unos filetes empanados de verdadero infarto.
En mitad del bullicioso y coqueto Mercado de la Paz se encuentra Casa Dani, que es la historia de una familia dedicada desde 1991 en cuerpo y alma a dar de jamar a todo pichichi un menú del día fabuloso, atendiendo unas barras bien surtidas.
Nada hay más auténtico que abastecerse en los puestos vecinos para calmar el apetito y la sed del respetable, aunque si por algo merece la casa reputada fama es por cuajar cantidades ingentes de tortillas de patata extraordinarias que hacen las delicias de todo hijo de vecino.
Las hay con cebolla y sin ella, para los más flojeras, pero tanto una como otra están tocadas por una mano prodigiosa. Las patatas pochadas con aceite de girasol no les quedan bravas y la cebolla la fríen hasta que adquiere un color siena de cuadro de Caravaggio, así que si desean morir de gusto ante esta tortilla de campeonato, vuelen hasta la calle Lagasca cagando leches.