Ikuspegi Berria

Una venta de carretera con vistas deslumbrantes

Las ventas, merenderos y tabernas que poblaban nuestra geografía van pasando a mejor vida. Cambian los tiempos y no quisiera ponerme yayo cebolleta, pero el horno no está para bollos y pasó a la historia aquella transmisión de padres a hijos de los negocios de categoría. Trabajar como mulas no está a la orden del día y aquella servidumbre de dar de comer y de beber a todas horas y todo el día, pasó factura a las nuevas generaciones que no quieren repetir lo mismo que vieron en casa, ¡nanay de la China! Mi madre llegaba a casa de currar como una bestia y se dormía en el sofá sentada con el bolso en una mano y los zapatos de tacón puestos, molida y muerta matada. Mi padre otro tanto, ¡menuda raza! Las viejas generaciones se dejaron el pellejo para que los más jóvenes tuviéramos estudios y aquí estamos, todos bien repeinados y con carrera, ¡sálvese quien pueda!

Muchas pequeñas tascas de carretera que nos hicieron tan felices desaparecieron para siempre y no están ya esos lugares en los que repostamos gasolina con caldo caliente, Mirinda a palo seco y chorizo cocido con el pan pringado de grasa. Piensen en todos esos baretos en los que fueron felices de pequeños y que no aguantaron el órdago del tiempo. Siéntanse niños imaginando de nuevo aquella mesa en la que desayunaba su padre, siempre en la misma esquina del bar. O aquella barra envuelta en humo en la que les sirvieron su primer vino en porrón. Aquella casa de comidas en la que celebraron su primera comunión, el bautizo de una prima petarda o esa cervecera en la que se agarraron su primera “toña” en pandilla, ocupada hoy por un centro comercial, su aparcamiento y todos esos almacenes satélite que los flanquean con su “Macdonal”, su “Decatlón”, su “Kiabi”, su “Norauto” y su canesú.

El viejo Ikuspegi domina todas las peñas y montes del Duranguesado y es un verdadero espectáculo verlo de nuevo arreglado y remozado, como los chorros del oro, ¡qué felicidad! ¿Quién no ha oído hablar del Anboto, el Oiz, el Udalatx o el Mugarra? Los hemos rozado una y mil veces en nuestros desplazamientos por la autopista, pero vamos siempre muy deprisa a todas partes y no vemos nada, ¡menudos pringaos! Allá están todos frente a las mesas de este tasco recientemente remozado por un profesional de la hostelería, Ángel Ibarlucea, que aún mantiene el ojo brillante y las ganas de pelearse el jornal detrás de la barra, ofreciendo profesionalidad, cocina cuidada y una atención de altura. Tengan en cuenta que aquello está vivo y mientras algunos entran a calzarse un bocata, otros toman café después de una travesía por el monte o los más golfos se ponen a la fresca en la terraza a pelar la pava, si el tiempo acompaña. Pero la mayoría ocupamos las mesas de su amplio comedor, que ofrece una carta tradicional bien gestionada por un equipo de categoría. Son pocos, pero valientes y muy organizados. Que les duren las ganas para que Ibarlucea sonría haciendo gozar a su gente.

Rascan el culo de los pucheros y guisan, cosa muy de agradecer. No es la carta del Ikuspegi un listado de tonterías pasadas por la plancha o de fritos procesados comprados a granel y dorados en freidora con aceite indestructible de semillas, ¡aleluya! Además de las clásicas golosinas de abrelatas o cortadora de fiambre de categoría, muy bien seleccionadas, anchoas mariposa con pimientos a la brasa o jamón ibérico de bellota, resuelven con solvencia buenísimas croquetas de jamón o de hongos de bechamel finísima. La sopa de pescado lleva mucho ralentí, como el coche de Fernando Alonso. Fríen merluza a la romana o albardada con pimientos rojos y también la sirven asada sobre las brasas porque atesoran una parrilla de ladrillo refractario bien gobernada en mitad de la instalación. Resuelven una salsa verde con garrote, de bastantes quilates. El bacalao lo arreglan al pilpil o a la vizcaína y son francamente buenos, ¡sí señor! Hay buenas carnes de vaca maduradas razonablemente, solomillos o chuletas y atesoran buena mano para los guisotes, resueltos con tiento y salsas sorprendentemente finas. Los callos y los morros de ternera compiten con un rabo de vaca guisado en salsa marrón y unas carrilleras de ternera al vino tinto, brillantes y sedosas, que sellan la boca con el pringue de su gelatina natural. Da ganas de llorar encontrarse con buenas cazuelas. Tienen oficio superlativo. Son buenísimo colofón las tostadas crujientes de crema, la tarta pantxineta o de queso al horno, las torrijas fritas o el queso Idiazabal con membrillo. Si el tiempo acompaña no lo duden y rematen el café y la copa en la deslumbrante terraza exterior, mirando a las montañas sagradas. Disfruten, que nos quedan dos telediarios.

Ikuspegi Berria
Barrio Goiuria 12 – Iurreta
ikuspegiberria.com
T. 94 667 41 08

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Tasca campestre
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO ****/*****

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