Hace tiempo que no papeo tonterías y salgo espantado de esos locales llenos de pelmazos armados de teléfonos móviles fotografiando los platillos. Propongo crear un cuerpo armado con varas de avellano que se dedique a aporrear sin hacer sangre o a estampar dos bofetadas en la cara a todos los anormales del trípode y la cámara de fotos mientras comen.
Por eso, frecuento restoranes serios en los que sirven filetes rusos gruesos rebozados con patatas, huevo frito y cebolla pochada oscura y poco fotogénica en los que nos dedicamos a masticar a mandíbula batiente, empujándonos botellas pelotudas como esta Vitoriana o Vizcaína o como se diga del colega Raúl Pérez, manufacturada en el Bierzo con Mencía, ¡es purita dinamita!
Si necesitan más datos técnicos sobre retrogustos y matices nasales, investiguen en internet o en algún portal de sabiondillos del vino, llenos de pitilinadas, puntuaciones y sesudas consideraciones. De nada.