Me vuelven loco los filetes rusos fritos y el pringue graso que dejan en la bandeja para rebañar con un cuscurro de pan. Qué daño nos hace el papel absorbente y cuánto unte fallido por culpa de esa celulosa de las pelotas que se bebe el jugo de nuestras merluzas, de un buen filete empanado o de unas kokotxas rebozadas.
Pero vuelvo de los cerros de Úbeda para explicarles que nada me pone más que unas hamburguesas tostadas y jugosas plancheadas en antiadherente, guarnecidas con huevos plancheados a la vez y en la misma grasilla que suelta la carne.
Utilicen una sartén ancha y lozana, metan la carne tipo “tetris”, dejen un hueco ancho para cuajar allá los huevos a pares y móntenlos a lomos de las hamburguesas que tengan ya tostadas por una cara como si fueran policías del Canadá. Añadan sal, pimienta o pimentón de Vega Cáceres y verán al niño dios nacer.
Una forma superinteresante de presentar las hamburguesas, está claro que mientras haya carne de buena calidad, cualquier manera es buena para disfrutar de este manjar