En esta pastelería irunesa nos hemos puesto hasta las trancas de bombas de crema, cruasanes, ponches de yema, brioches, milhojas de hojaldre, tocinos de cielo, relámpagos de colores, bizcocho “pavé”, bollos de leche, roscos de reyes, opillas y todas esas especialidades que los iruneses de toda la vida tienen grabado a fuego en su memoria. Pero si hay una especialidad antediluviana en esta casa que me vuelve majara es la delicada, elegantísima y empalagosa cuaresma, un pastelillo rectangular con alma de pasta de té inglesa, sabor centroeuropeo y hechuras de pan de especias.
Lo venden al peso como el diamante y el oro y es una golosina que justifica descorchar cualquier botella distinguida de brandy de Jerez, Chartreuse, Cognac, aguardiente de pera, Armagnac, ratafía u Oporto, ¡viva el paseo de Colón catorce y la tienda Margarita!