Sidra Carpe Diem de Kervéguen 2019

Esta sidra es bretona y no tiene nada que ver con las habituales, pues su color ambarino, -agárrame del pepino-, su gas reventón y su dulzor embriagador invita a beberla helada de cubitera para no morir en el intento, porque si te la trincas a temperatura ambiente corres el riesgo de morir atrapado por un eructo del tamaño de un tsunami.

Sus elaboradores presumen de ser los sidreros del mismísimo Elíseo francés y por lo visto la sirven en sus banquetes de estado con gran pompa y boato. A ver si toman nota en Ajuria-Enea, Moncloa, la Zarzuela y resto de instituciones caspa de nuestro país, hacen lo propio y se van creyendo de una vez que somos un paraíso único en el mundo con una diversidad gastronómica extraordinaria porque el nivel de nuestros dirigentes es de gaseosa, galletitas saladas y cacahuetes reveníos.

Si necesitan más datos técnicos sobre retrogustos y matices nasales, investiguen en internet o en algún portal de sabiondillos del vino, llenos de pitilinadas, puntuaciones y sesudas consideraciones. De nada.

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