Una tasca de pedigrí para verdaderos “morroputas”
Este tasco elegante del barrio donostiarra del Antiguo, a escasos metros del paseo donostiarra de La Croisette-Ondarreta, se ha convertido en un indiscutible número uno de referencia para gozar como un auténtico caimán sentado en la mesa por su fabuloso papeo poco engolado, servicio y variedad de botellas de toda suerte y condición. Lleva ya un carrerón desde su inauguración, posicionándose poco a poco en la oferta del pijotero barrio en el que se ubica y ganándose a pulso el podio de los mejores establecimientos donostiarras. Si yo fuera vecino y tuviera por allí un pisito me daría con un canto en los dientes todos los días por tenerlos debajo de casa para desayunar, tomar el aperitivo o ese maravilloso roto y descosido de planear un papeo fuera y tenerlos bien cerca, ¡viva la pepa! Abundan los locales con pretensiones que arrancan como pura sangres y terminan carrera como percherones cojos y el Kapela supo hacer los deberes silenciosamente para convertirse en un lugar de relumbrón, con hechuras y un fogón chiquito pero matón indiscutiblemente manejado por el gran Iosu y sus secuaces, capitaneados por Miriam y Carlos, que administran el establecimiento con mano izquierda y cintura de plomo, acariciando a todos y cada uno de los clientes que franqueamos la puerta en busca de jalada, bebercio o un simple café con leche templada sin lactosa y sacarina en taza pequeña.
Los detalles se olfatean en un interior de aspecto “euskandinavo” en el que sobresalen la madera, las mesas desnudas y esas cómodas sillas para pegarse el filete en el que te sientes el responsable de urbanismo del ayuntamiento de Estocolmo. Un imperioso armario de vinos seleccionados por el sheriff te saca inmediatamente de dudas y sabes que pimplarás como un cosaco del Kazán, alejado del sota, caballo y rey habituales de esas cartas merengonas y repletas de obviedades que, sin querer ofender, pueden meterse en un carrito en el Mercadona, el Spar de la esquina, en los Aldis o en ese BM que acaban de inaugurar en mi barrio. Son también una señal inequívoca de nivelón toda esa chacina colgandera de cerdo ibérico que toma forma milagrosa de jamón, lomo, salchichón, chorizo, longaniza o papada veteada expuesta a la vista y a mano de la cortadora para que no falte una ración. Es un alegrón encontrarse con casas que le dedican un altar a un producto español de semejante categoría, pues no existe cosa igual en el resto del planeta, ¡viva el cochino y la dehesa!
El tapeo de barra es selecto y se monta a petición del cliente, pues salen de cocina los fritos delicados o los montaditos que ofrecen con ingredientes seleccionados por verdaderos “morroputas”, ahumados, caviar de Río Frío, mariscos, boquerones, ensaladillas, tártaros de carne o pescado o una familia aristocrática de croquetas cremosas y calamares hechos a conciencia, sin trampa ni cartón. La tortilla de patata se sale del mapa. Les dije antes que todo es confortable y enriquecieron aún más la comodidad del lugar con una terraza de ensueño habilitada en los soportales, calefactores que permiten comer en mangas de camisa en pleno chaparrón y encender el pitillo o el cigarro habano cuando no hay moros en la costa. Si la sobremesa se alarga, es una gozada tomarse allá un refresco vitaminado o enchufarse al destilado mientras discutes o charlas animadamente de las chorradas más disparatadas. Dice mi amigo Josemaría que hay que beber a placer, pero siempre porque estemos contentos y nunca porque nos sintamos desgraciados. Así que sáquense las telarañas y si con la que cae aún siguen vivos y torearon los reveses del destino como un Morante de la Puebla cualquiera, brindarán también por nuestro donostiarrísimo gurú del vicio y del fornicio don Ignacio Cantonnet Mendia, sintiendo el fino cristal de las copas del Kapela en los labios y el trago fresco deslizándose por el gaznate, ¡viva el vino y la ingeniería!, ¡cómo alegra que un hostelero invierta en copas de categoría! No se entretengan y empujen el sople con la excelente carta que ofrecen. El lechazo o el gorrín asado no tienen rival en toda la cornisa cantábrica y rivaliza con los mejores asados castellanos de Lerma, Aranda o Sepúlveda. Hay pescados del día simplemente asados con su refrito, meros, lubinas, doradas o dentones, ¡qué bonita rima! Se salen los revueltos cremosos de hongos, el clásico huevo con patata y trufa negra, la pluma de cerdo ibérica tostada y el bacalao confitado con pisto. Apuren el vino con alguno de los quesos afinados. El servicio es muy amable y entusiasta, hace poco ruido y se entrega a la causa para que regreses a casa radiante, feliz y contento, ¡grande Miriam! Disfruten que nos quedan dos telediarios. Y vacúnense, ¡redios!
Bar Kapela
Logroño 5 – Donostia
T.943 911 258
www.barkapela.com
COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Tasca elegante
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO ****/*****
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