Angelita

La tasca de Gargantúa y Pantagruel de los hermanos Villalón

Muchos locales enseñan sus cachas en las redes sociales o en suntuosas fachadas y pocos aguantan el pulso, pues cuando franqueas ilusionado la puerta tras reservar mesa y te plantas la servilleta al cuello, tu ilusión y tu gozo terminan muchas veces en el fondo del pozo, ¡madre del amor hermoso! Vamos necesitados de menos rollo y mejores películas. No me impresionan un pimiento los fuegos artificiales ni los reportajes subidos de tono en los que se olfatean inversiones del copón y cada vez me gusta más el cojín raído y no andar convenciendo a un portero de que soy buena gente. Me espanta desempolvar mi americana para comer o beber naderías rodeado de pandillas de “posturitas”, cuando solo deseo papeo cómodo sin idioteces. Angelita es un oasis de agua fresca y datileras en mitad de un desierto de los tártaros lleno de farsantes, fantasmas y cartas de chichinabo llenas de originalidades. Lo más parecido a una casa de comidas o a un bistró o a un bouchon lionés o a un chigre asturiano o a una casa de comidas en la que gozas como un enano de los “bombero torero”.

Como dice mi chica Eli, que en asuntos de papeo sabe latín escrito y hablado, son una versión joven y madrileña de la santanderina Bodega Cigaleña del obispo Conde Laya, sumo sacerdote de los vinos naturales. Esta es la casa de los hermanos Villalón, que se reparten la gestión de una nave nodriza del vicio y del fornicio de forma curiosa. David es sumiller y pilota la planta de amplios ventanales en los que acomoda a su clientela para que beban y papeen de escándalo, sin darse mucha importancia. Mario es coctelero de refinado malecón y maneja el timón de su barra en el sótano del garito, de la que sales a cuatro patas y borracho si no llevas cuidado. Son una especie de hermanos Malasombra, ya saben, “somos malos, muy malos de verdad, somos más malos que la quina o como una espina que solo sabe pinchar”, ¡viva el mohín, la bacteria, la curda y la fermentación alcohólica!

En conclusión por si alguno aún no se enteró, Angelita es un restorán en un cascarón normal que administra un material de primera y centra toda su energía desbordante en la chicha, asunto de capital importancia. Rinden culto al pasado hostelero de sus padres, que se conocieron en la madrileña Casa de Zamora en 1982. Él maestro fresador y ella cocinera ama de casa. Se liaron la manta, se casaron y montaron un bareto, “tú cocinas”, dijo él, y yo vendo tu magia por las mesas con desparpajo a lo “truco o trato”, brazos cargados de platos y según elija la clientela, coloco ensaladas mixtas, lentejas, menestras o redondo en salsa. A él lo bautizaron “padre Pablo” porque administraba la comunión con una rodaja gruesa de chorizo según entrabas en su establecimiento. Con estos mimbres, imaginarán el alcance de lo que aquí les largo por escrito. Ya retirados, siguen siendo la inspiración de sus chavales, que replican lo que hicieron ellos, que no es otra cosa mantecosa que trabajar repartiendo felicidad, sin decir chorradas. Todos los padres tienen una pulsión irrefrenable de ayudar a sus churumbeles, así que cuidan un huerto y les surten de los mejores primores. No están, pero siguen presentes en la verdura y el material que manejan. El pisto se sale del mapa, ¡me cago en la corona circular!, ¡llevan ya abiertos cinco años y yo sin enterarme!, ¡malditos roedores!

El plan es bien simple, cuézanse con elegancia como Tristam Shandy y como si fueran a morirse mañana mismo. David atesora botellas de infarto y exquisiteces nacionales e internacionales de nombre impronunciable. El resto, queda a su cargo, así que vayan amortiguando la trompa con cecina de Astorga o un buen surtido de chacina de calidad, salchichón, lomito de presa o papada curada. Si mean fuera de tiesto con platillos extranjeros, ¡los clavan!, ¡menudos mamelucos! El säam coreano de oreja torrada con salsa guarra y cebolleta cruda es buena prueba de ello. Tranquilos, hay ensaladilla rusa con pimientos asados. También canelones glaseados rellenos de rabo o un extraordinario filete tártaro de solomillo servido con miel y mostaza. Pluma a la brasa con boniato y níscalos o un guiso de callos, morros y pata que se papea con cuchara porque lleva todos sus “menúos” picados, como un ragú veneciano de Michel Guérard pero estilo “Manolo Escobar”. Atesoran una tabla de quesos que se te va la olla con marcianadas suculentas como el adictivo “Beppino Occelli” y los postres están ricos sin complicaciones, efectistas pero sin ocurrencias ni cosas raras, el helado es helado y el pastel, pastel. El pan llega en un canasto rojo en plan tasco guarro de Mont-de-Marsan y es pan, pan, sin gilipollez alguna, ¡qué putadón no haberos conocido antes!, ¡menuda panda de cabrones! Disfruten que nos quedan dos telediarios. Y vacúnense, ¡redios!

Angelita
Reina 4 – Madrid
T.91 521 66 78
www.madrid-angelita.es
@madridangelita

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Tasca
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja
PRECIO ****/*****

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