Kirkilla

Un restorán feliz, apañado y familiar

Zarautz tiene una primera línea de costa virguera, playera y surfera que se lleva siempre la palma de oro por su aspecto señorial, pero como todo pichichi sabe, alberga también un casco urbano luminoso, vivo y deslenguado por el que trastean y hacen vida los vecinos de la localidad. Posee una plaza de mercado de abastos bien molona y callejuelas por las que sube y baja el personal camino del trabajo o a los mandados de la parienta, en un laberíntico cogollo en el que todavía resisten comercios especializados, tascos y algún que otro restorán de pedigrí como el que hoy nos entretiene.

Lo abrieron en agosto de 1983 y le pusieron “Kirkilla” por ser el apodo del abuelo de Romero Ameztoy, jefa y alma mater del negocio que lleva desde entonces las riendas del tinglado junto a Iñaki Olazabal, genio y figura. El aitona de la patrona era aficionado a escaparse al monte y el buen hombre regresaba a casa con grillos cantarines bajo la txapela, así que dicho y hecho. La jefatura maneja un remango que da gusto verlos correteando por la sala atendiendo a la clientela, pues conocen a todo dios, se las huelen todas y saben más por viejos que por diablos. ¡Qué gusto da ver un negocio de hostelería bien engrasado! Allá sentado en cualquiera de sus mesas gozas como una cuadrilla de enanos de circo o aún mejor, sientes que estás en casa de la tía Mari Carmen el día de tu cumpleaños y disfrutas comiendo y bebiendo todo lo que te sale del moño, ¡qué felicidad de infancia!

Aquí cumple años todo quisqui y la vida pasa en un suspiro, así que de padres gatos salen hijos michinos y ahí corretean en primera línea de fuego la siguiente hornada de cachorros, Patxi y Julen, disputándose el cetro de la amabilidad y del compadreo para que no falte de nada, sin pretenciosidad y con una naturalidad de manual que no se aprende en ninguna escuela. Hacen lo que vieron y aprendieron en casa, nada más y nada menos, heredando el mismo salero y gracejo de sus primos Joseba y Eneko, ¡menuda panda de cabrones! Tengo que confesarles que les cuento mi primera visita al “Kirki”, pero la oferta evolucionó con los años tanto como la propia familia y el inmueble, casa natal de Romero, que se ajustó la pantaloneta y tiró millas, peleando e intentando que toda su clientela saliera siempre feliz y radiante por la puerta. No hay más misterio.

Los últimos quince años han contado con la inestimable colaboración entre fogones de Xabi Zabala, un vizcaíno con el valor suficiente para marcar su territorio con el escudo del Athletic, bien visible, ¡aúpa Javi Clemente! Decía no se qué santa que Dios está en los detalles y en este tasco todo brilla, está limpio y organizado profesionalmente, pues intento sentarme siempre mirando al “pase” de cocina para controlar enfermizamente los movimientos, ¡pobre Eli! Mi chica intenta evitarlo, colocándome de cara a la pared o dando la espalda a los clientes, pero en el “Kirki” se despistó y “cuate”, ¡menudo tomate! Hierven los caldos y las preparaciones básicas en primera línea, puestas a punto, para que el servicio fluya y nadie espere. La mesa de pase es un desfile de vajilla que se remata con un baño maría de salsas primorosamente resueltas, rodeado de biberones rellenos de vinagretas, cremas o aderezos fluidos y puestos a punto que centellean y le dan a todo aspecto fresco y puesto al día.

Sorprenden positivamente los glaseos de carne, la calidad del grano de arroz, de los sofritos o el punto de un risotto mantecado, una simple vinagreta o la velocidad con la que procesan comida muy buena y sabrosa, resuelta con esfuerzo y currada en el culo de los pucheros. Este local es un restorán feliz y la concurrencia sale por la puerta con los ojos chiribitas, el lugar perfecto para celebrar la vida en cualquier momento: las jóvenes parejas se hacen arrumacos, una cuadrilla se gasta el bote de empresa ahorrado pacientemente o una familia despide a la hija pequeña que se va de “orgasmus” a los Países Bajos. Fliparán con el menú del día y la carta, bien surtida y de precios deportivos. Ofrecen un menú degustación lleno de quiebros modernos bien apañados, gazpacho de cerezas, bocatas cristalinos y crujientes, pescados sepultados en jugos espumosos y todo tipo de contrastes valientes para el común de los mortales. Y sirven otro tradicional lleno de delicias que siempre apetecen, fritos, carpaccios de pechuga de pato, langostinos con refrito de ajos y solomillo con foie gras y salsa dulzona de PX. Los postres son copiosos, antediluvianos y llenos de calorías.

Kirkilla
Santa Marina 12 – Zarautz
T. 943 131 982
www.kirkilla.com

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO ***/*****

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