Pedra Santa

Javier y Celsa son los patrones de esta casa compostelana en la que comerán de miedo, pues el santo y seña del establecimiento se advierte en la misma entrada, cuando tropiezas con un armario de vinos repleto de joyas y una colección de jamón ibérico colgandero de bandera.

El patrón pasó muchos años pintando a pistola al pie del cañón en la santa sede de Aluminios Cortizo, unos fuera de serie fabricando y distribuyendo sistemas en aluminio y PVC para la arquitectura y la industria.

Siempre soñó con convertirse en tasquero, hostelero y tabernero, así que se echó los trastos a la cabeza y dirige hoy su garito en el barrio de San Lázaro, que es por donde antaño entraban los que venían a besar al santo desde Madrid y Lugo.

Vayan si no quieren complicarse la vida como Pantaléon y las visitadoras y desean papeo extraordinario, pues frituras de categoría, salpicones, marisco de mordisco, arroces, pescados y carnes asadas figuran entre sus especialidades.

Si fuera de carta les cantan sardinillas fritas, ¡no lo duden!, cálcenselas como si no hubiera un mañana, ¡cagonriau!

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