Arranco con mis recuerdos de pelmazo y aquellos cajones de madera llenos de pimientos chiquitos de Padrón que mis abuelos traían hasta Hondarribia desde Coruña, cargados en un Seat 1500 negro tizón.
Entonces pocos comían jamón “jabugo” o foie gras o salmón ahumado o pan decente o todas esas virguerías a las que hoy tenemos acceso a golpe de ratón de ordenador o estirando el brazo en los finos comercios del ramo de los ultramarinos y las “delicatessen”.
Les he hablado muchas veces de este fantástico producto que me envía el colega Xoán Pablo, pero esta nueva criatura de su colección es un vinagre de vino blanco de un año de crianza macerado con pimientos de Padrón de los amigos de “Carmucha” en la última fase de maduración, enriquecido con partículas secas y picantes del mismo fruto.
Si se lo beben a gollete huele a pimiento, sabe a vinagre emocionante y atesora un picor que se acomoda felizmente en el paladar.