Para no perder el pulso de la actualidad les confieso que suelo convocar a una cuadrilla de medio jubiletas con los que como y bebo como si no hubiera un mañana en diferentes tascos y tabernas, pues uno de los objetivos de este comando de lisiados es pillarle el pulso y descubrir pequeños restoranes escondidos por la geografía vasca que no salen en los suplementos dominicales ni dictan ponencias en el culinary center sobre la textura mórbida del semen de faneca.
Tiemblo al imaginar al bueno de Pablo Álvarez leyendo esta crónica descacharrante de uno de sus vinos, pues pensará que me falta un hervor y que menudos lerdos somos por descorchar este vino sin dejarlo evolucionar unos años más. Todo tiene su explicación.
Soy un ansioso y mis colegas viejales no quieren esperar muchos años más por si las moscas, ¡vulnerant omnes, ultima necat!
Si necesitan más datos técnicos sobre retrogustos y matices nasales, investiguen en internet o en algún portal de sabiondillos del vino, llenos de pitilinadas, puntuaciones y sesudas consideraciones. De nada.