“Setentaynueve” escrito junto queda muy modernillo y si le restas diez sale un número mágico que a todo ser vivo conmueve, ¡viva el molusco!, ¡arriba el percebe!
El caso es que esta colección de mieles están paridas por un equipo joven y multidisciplinar vallisoletano, unos verdaderos cocos y aplicados en sus responsabilidades, pues son licenciados universitarios y algunos de ellos entregan íntegramente el sueldo en casa, que es asunto de hombres y mujeres de provecho.
Mamaron desde chavales la cultura de pueblo, pues el padre se dedicó a la obtención de rica miel y ahí andan liándose la manta a la cabeza metiendo en frascos unas preciosidades de color ambarino que pueden emplearse para acompañar la tostada mañanera.
Sobre queso, con mantequilla o para azucarar yogures, requesones o en cualquier momento, dense el gustazo de metérsela en la boca a cucharadas, diluida en leche, rociada sobre un sofrito o agarrada a una salsa de carne, pues si la incorporan en su justa medida le dará un toque moruno al estofado o a un buen jugo de pollo recién asado ¡Viva Tiedra y los implantes mamarios de María Lapiedra!, ¡viva la miel de los campos de Castilla!, ¡viva la abeja Maya!