Tomás Piñuela es un paisano segoviano más listo que un buscador de setas burgalés que lleva toda la vida currando el campo y sabe un potosí de garbanzos, lentejas, judiones y todas esas legumbres que llevan siglos apaciguando los rugidos de estómago a los españolitos de a pie.
Los cocineros somos unos soberbios resabiados y pensamos que nos lo sabemos todo, sin tener ni pajolera idea de casi nada, pues no hay mejor lección de oficio para alimentar el desconocimiento que arrimarse a los que saben de vinos, quesos grasos, aceites de oliva, jamones ibéricos, cafés o cigarros habanos en sus viñedos, cámaras de afinado, almazaras, dehesas serranas, tostaderos o vegas de tabaco.
Preguntando se llega a Roma, así que Tomas y su cuadrilla de Fuentemilanos con el colega “vikingo” a la cabeza, se plantaron en nuestra cocina de Lasarte con salchichón, chorizo, lomo y sacos de legumbre para doctorarnos en el manejo de la legumbre verdadera, destapando esa picaresca de algunos vendedores de garbanzo cultivado en casa cristo y envasado en tela de saco para parecer Pedrosillano.
Los judiones patrios de Tomás están reventones de veras, remojados durante un par de días en la nevera y guisados viudos casi cuatro horas cubiertos con agua, cebolleta tierna, pimiento verde, tomate fresco, una punta de ajo, aceite de oliva virgen extra y sal ofrecen un caldo aterciopelado y una pulpa mantecosa de aúpa el Erandio que terminará jugando la “Champions”.