Arbaso – Narru

Espíritu joven, eficaz y contemporáneo

El Hotel Arbaso acaba de inaugurarse en el centro donostiarra a la misma sombra de la catedral del Buen Pastor, en un precioso edificio rehabilitado del siglo XIX reconstruido con esmero, materiales nobles y calidad a mansalva, pues es muy poco frecuente tanto derroche de buen gusto en una aventura en la que se emplearon muchas horas, recursos y sesuda planificación. La propiedad lleva toda una vida generando riqueza y entornos saludables de trabajo, disfrutando como comensales y clientes allá donde pudieron sentarse a comer, beber o a echar una cabezadita en los mejores restoranes y hoteles del mundo mundial, así que se lanzaron al ruedo visualizando, pariendo y levantando este espacio que reúne todo lo que buscas cuando viajas y quieres tirar la casa por la ventana para sentirte un pachá, ¡saben latín las muy pendejas!

El establecimiento, dirigido por Raúl Fernández Acha, cuenta con cincuenta habitaciones que miran a la calle San Martín o a la señorial calle Fuenterrabía y ofrece a sus clientes infinitas posibilidades para recrearse y gozar como cochinos en la dehesa sin necesidad de salir del inmueble. No hay mejor termómetro para calibrar la raza de un local que esa energía positiva que te paraliza e invita a darte una vuelta de reconocimiento por el vestidor, la recepción, los pasillos o la gloriosa entrada a esa habitación que llevas deseando desde el mismo instante en el que hiciste la reserva. Y llega el día de marras y allá te plantas, ¡al fin!, deshaces la maleta y lloras de gozo comprobando la enormidad del baño y sus posibilidades, el mobiliario delicadísimo, la fabulosa ropa de cama y ese colchón de grosor desproporcionado que te procurará el impulso suficiente para saltar como un tigre y dormir a mandíbula batiente.

Al mando del proyecto arquitectónico de todo este despliegue sin precedentes en la ciudad estuvo el meticuloso Iñigo Garate, formado en el estudio londinense de Norman Foster y joven cachorro del reputadísimo estudio FIARK, que hizo un trabajo sobresaliente devolviendo el esplendor a parte de la manzana y embelleciendo todos y cada uno de los rincones del hotel con una obsesión manifiesta por la perfección en el detalle para cuajar poco la yema, que en resumidas cuentas significa ser un profesional de las artes aplicadas para convertir el Arbaso en un palacio de la lujuria en el que entras y no deseas salir jamás. Buena parte de ese mérito lo logran las maderas de las mesas de Arkaia, la iluminación de Santa & Cole, las sillas de Rafael Moneo fabricadas por Ondarreta, la instalación proyectada por Aitor Ortiz en la chimenea principal y ese confort gustoso que proporciona la tecnología de los altavoces Marshall o la domótica para manejar tu entorno con el dedo apoyado sobre la pantalla de una tableta digital.

El broche final para tamaña chifladura la proporciona una propuesta gastronómica gestionada por Iñigo Peña y su equipo, que llevan las riendas del Narru instalado en la planta noble del local. Abiertos a la clientela callejera y con especial esmero en el cuidado del servicio de habitaciones y los desayunos, gestionan desde una cocina muy bien proyectada todo lo que plantan sobre la barra -los pinchos son sobresalientes, ensaladilla rusa con bonito, calamares, croquetas, torreznos con pimentón o la clásica banderilla de huevo cocido con mahonesa y gamba-, o lo que sirven en el comedor, reflejando el espíritu joven, desenfadado, eficaz y contemporáneo de la carta, sin concesiones a los modernos de pantaloneta de plexiglás ni a los que se derriten con las chorradas del Masterchef. El servicio de sala es amabilísimo y muy eficaz sin caer en el compadreo y la terraza es muy apetecible y una prolongación golfa de lo que esconde la casa, pues puedes picar allí cualquier tentempié -jamón o embutidos ibéricos, anchoíllas, ensalada mixta “Garate”, alitas de pollo, merluza rebozada o callos y morros-, pimplarte un trago y comer o cenar aunque el tiempo no lo permita y caigan chuzos de punta, gracias a un suelo calefactado que da gloria pisar.

En pleno verano pueden disfrutar de las brasas de una parrilla bien pilotada en la que asan piezas de pescado y carne de muy buen calibre, así que empléense a fondo buceando en esas cazuelas de bonito con pimientos y tomate, kokotxas de merluza, chipirones tinta o encebollados y en las especialidades que nunca salen de la carta, raviolis de rabo, foie gras y cigalas, arroz con almejas o seco con crustáceos y mariscos y rabos de cerdo con carabineros. El remate dulce pone el dardo en el centro de la diana sin complicarse mucho la existencia con postres simples y gustosos de queso, frutas y lácteos.

Narru
San Martín 22 – Donostia
T. 843 93 14 05
www.narru.es

COCINA Sport elegante
AMBIENTE Urbano modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO Medio

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