AOVE Oro del Vinalopó

¡Chaval, lía el macuto que nos piramos a Alicante!, es lo más parecido a la felicidad terrenal a la que se puede aspirar, montarse en un avión y poner rumbo al mediterráneo para agarrar una hamaca y tumbarte a la bartola a tostarte como un cacahués.

El prodigio de aquella tierra son sus gentes, el paisaje y una riqueza gastronómica germinada a pie de mata, de fogata, de cantero de vino y hogaza de pan, que tiene su mayor expresión en la facilidad con la que fraguan un caldero, sofríen un arroz, parten un tomate o rebanan una pieza hermosa de hueva de pescado curada.

Si se dan un voltio por la comarca del Vinalopó, comprobarán que además de extraordinaria uva de mesa gorda y lironda, crece el olivo rodeado de almendros, viñedos y árboles frutales de toda suerte y condición con los que podrían hacerse toneladas de macedonias y compotas.

Con las variedades sanas y lozanas de Arbequina, Picual y Rojal, una pandilla de cooperativistas de la Almazara de San Cristóbal cocina un extraordinario aceite de oliva virgen extra ecológico, molturado y elaborado en frío que se derrama sobre la tostada y desprende ese aire de grandeza del aceitorro de solera que se sabe campeón del mundo.

Si lo vierten en un plato hondo y se arman de un buen chusco de pan, chapotearán como Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia y serán felices un buen rato, que no es moco de pavo.

www.almazarasancristobal.com

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